lunes, 4 de febrero de 2019

4 de Febrero: Beata Isabel Canori Mora – Profecías sobre el porvenir de la Iglesia (1801)

4 de Febrero
Año: 1801 / Lugar: ROMA, Italia
Profecías sobre el porvenir de la Iglesia
Vidente: Beata Isabel Canori Mora (1774-1825)
Isabel Canori Mora_1


Profecías de la Beata Isabel Canori Mora


Datos Biográficos
Isabel nació en Roma el 21 de noviembre de 1774, en el seno de una familia de posición acomodada, profundamente cristiana. Sus padres eran Tommaso Canori y Teresa Primoli. Con el tiempo la situación económica de su familia vino a menos, lo que llevó a sus padres a confiar la educación de sus hijos a un hermano de Tommaso.
El tío de Isabel confió la educación de ésta a las religiosas Agustinas de Cascia (1785-1788). Allí se destacó por su inteligencia, una profunda vida interior y su espíritu de penitencia. De regreso a Roma llevó una vida normal, acorde con la galantería y el prestigio de las señoritas de la sociedad de la época.

Matrimonio
El 10 de enero de 1796, cuando tenía 21 años, se casó con el joven abogado romano Cristóbal Mora, hombre culto e inteligente, pero al parecer un poco inmaduro aún. Después de algunos meses, la fragilidad psicológica de Cristóbal comprometió la serenidad de la familia, se enamoró de otra mujer dejando en el abandono a su familia, sin separarse formalmente de ella. No ejerció más la abogacía, y gastó el dinero en sus aventuras llevando a su esposa e hijas a la extrema pobreza.
Isabel respondió siempre con absoluta fidelidad; trataba a su marido con paciencia, ofreciendo penitencias y oraciones por su conversión. Nunca pensó en separarse de él, a pesar de los consejos de familiares y amigos. En vez de esto, siempre amó, apoyó y perdonó a su esposo esperando su conversión.
Tuvo cuatro hijos, pero los dos primeros murieron a los días de nacer. Con el abandono de su esposo, se vio forzada a vivir trabajando con sus propias manos para seguir al cuidado de sus hijas Marianna y Luciana. Dedicaba mucho tiempo a la oración, a los pobres y a los enfermos.

Experiencias místicas
En 1801 sufrió una misteriosa enfermedad que la puso al borde de la muerte. Se curó de forma inexplicable y tuvo su primera experiencia mística, en medio de las tribulaciones por las que pasaba la Iglesia de aquel tiempo durante la persecución napoleónica; fue favorecida con los dones de visión y profecía, ofreciendo sacrificios por el Santo Padre, por la Iglesia, por su marido, por Roma.
En 1807 profundiza, además, en la espiritualidad trinitaria ingresando a la Tercera Orden de la Santísima Trinidad, donde tendrá la oportunidad de conocer a una de las mujeres más famosas de la Roma de entonces, la también terciaria y hoy venerada como beata por la Iglesia católica, Ana María Taigi.
El hogar de Isabel pronto se convirtió en un punto de referencia para mucha gente en busca de ayuda material y espiritual. Se dedicó especialmente a cuidar de las familias en necesidad. La familia era para ella el templo en el que recibía al amado Señor, Jesús de Nazaret. A través de la auto-negación, ella ofrecía su vida por la paz y la santidad de la Iglesia, la conversión de su esposo y la salvación de los pecadores. Sus virtudes humanas y cristianas así como la fama de su santidad se difundieron a través de Roma. Eran muchos los que se acercaban a ella para pedir consejos, desde los más pobres de la ciudad, hasta políticos y el mismo Papa.
Isabel Canori recibió de Nuestro Señor gracias innumerables, como el don de la transverberación del corazón, ilustraciones grandiosas sobre el porvenir de la Iglesia y los terribles combates que tendrá que sostener contra el poder de las tinieblas en los últimos tiempos.

Visión de los Cinco Árboles Fatídicos que infectan la Tierra
Bajo la representación de CINCO ÁRBOLES FATÍDICOS que infectan la tierra, se le dio a entender los CINCO GRANDES ERRORES de los tiempos modernos y los terribles castigos que se ciernen sobre la humanidad.
“Estos cinco árboles representan —le dice el Señor— las CINCO HEREJÍAS MODERNAS que infestan al mundo en nuestros tiempos, en oposición enteramente al Santo Evangelio y que buscan su destrucción. Estos árboles, con sus venenosas raíces, dan vigor a todas aquellas plantas que se desarrollan en la floresta. Estas plantas perniciosas representan la esterilidad, digna de llanto, de innumerables pobres almas que por la depravación de sus conciencias pueden decirse sin FE y sin religión… Trastornadas y entregadas a las falsas máximas de la filosofía moderna, conculcan la Ley Santa de Dios y Sus Divinos Preceptos. Estas plantas son consideradas por el Divino Dueño no sólo como estériles sino como nocivas y perversas, dignas de ser arrojadas al fuego eterno.” 

Visión del 25 de marzo de 1816:
“Vio a los miserables que cada día con mayor orgullo y desfachatez, de palabra y de obra, con incredulidad y apostasía, van pisoteando la Santa Religión y la Divina Ley. Se sirven de las Palabras de la Sagrada Escritura y del Evangelio, corrompiendo su verdadero sentido para respaldar así sus perversas intenciones y sus torcidos principios.”

Visión del 15 de octubre de 1818:
“De repente, dice, me fue mostrado el mundo. Lo veía en completa revolución, el orden y la justicia ya no reinaban. Los siete vicios capitales (soberbia, lujuria, ira, envidia, pereza, guía y avaricia) parecían haber llegado al triunfo. Por todos lados imperaba la injusticia, la mentira, el libertinaje y toda clase de iniquidades. El pueblo estaba mal formado, sin fe y sin caridad. Todos estaban sumergidos en la crápula y en las perversas máximas de la filosofía moderna. Observaba que tenían más fisonomía de bestias que de hombres, de tal modo los tenía el vicio desfigurados.”

Visión el día de la fiesta de San Pedro del año de 1820:
Vio CUATRO ÁRBOLES DE BENDICIÓN, debajo de los cuales se cobijaban los hombres que se mantenían fieles a la Ley de Jesucristo.
Todos los fieles que habían guardado en su corazón la fe en Jesucristo, así como los religiosos y religiosas que conservaban fielmente el espíritu de su Instituto, se verán amparados debajo de estos grandes árboles; amparados y libres de un horrible castigo. Pero, ¡ay, de los religiosos que no observan las reglas! ¡Ay, ay, de todos los sacerdotes indignos de Dios Todopoderoso! ¡Ay de los sacerdotes que se entregan al libertinaje! ¡Ay, de los sacerdotes que se dejen llevar por las máximas de la filosofía moderna, condenada por la Iglesia! Estos miserables, por su detestable conducta de negar la fe en Jesucristo perecerán bajo el brazo exterminador de la Justicia Divina, de la cual nadie escapará.
A los que se mantenían en el espíritu y amor de Jesucristo los veía bajo el símbolo de blancas ovejitas conducidas por San Pedro a la sombra del misterioso ramaje.
De repente se cubrió el cielo de un tétrico tenebroso azul que causaba espanto el solo contemplarlo. Se desencadenó entonces sobre la Tierra un furioso vendaval que, con su agudo y terrorífico silbido, se dejaba sentir en el aire, como tremendo rugido de feroz león, cuyo eco hacía retumbar el universo.
El terror y el espanto se esparcían entre los hombres, incluso entre los animales. Todos los hombres que se rebelaron, fueron muertos y despedazados sin piedad. Durante este sangriento combate, la Mano vengadora de Dios caía sobre aquellos desgraciados, y en Su Omnipotencia, castigará el orgullo y la temeridad de los mismos. Él se servirá del poder de las tinieblas para exterminar a estos hombres sectarios, que quisieron echar por tierra a la Iglesia y abatirla hasta los cimientos. Estos hombres, en su audaz malicia, pretendían derrumbar a Dios de Su Trono Supremo, pero Él se reirá de ellos y a una señal de Su Mano poderosa, castigará a estos pérfidos y blasfemos, permitiendo que las potestades tenebrosas salgan del Infierno.
Entonces legiones enteras de demonios recorrerán el mundo entero ejecutando las órdenes la Divina Justicia, destruyendo y reduciendo a ruinas las propiedades, las ciudades, los pueblos, las casas y nada será perdonado de lo que existe en la Tierra, permitiendo Dios que estos difamadores y mentirosos sean castigados por haber dado crédito a estos demonios, dándoles muerte rápida y bárbara, porque voluntariamente se sometieron al poder del Infierno haciéndose aliados contra la Justicia Divina.
A fin de que mi pobre espíritu se compenetrase bien de este sentimiento de Justicia, Dios me mostró una prisión. Vi entonces abrirse una espantosa caverna de fuego, de donde salía una multitud de demonios, que habiendo tomado la forma de bestias, venían a infestar el mundo, dejando por todos lados sólo carnicería y ruinas.
Felices los buenos y verdaderos católicos. Ellos tendrán a su favor la protección de los Apóstoles Pedro y Pablo, que velarán sobre sus personas a fin de que no les acontezca daño alguno, ni a sus bienes, ni a ellos mismos. Los malos espíritus devastarán los lugares donde Dios ha sido ultrajado, blasfemado y tratado de una manera sacrílega. Estos lugares serán arruinados, aniquilados y de ellos no quedarán ni ruinas ni vestigios.”

El Triunfo de la Iglesia:
El Señor quiso consolar a su sierva con la seguridad del TRIUNFO DE LA IGLESIA, diciéndole en 1821:
“Voy a renovar a Mi pueblo y a Mi Iglesia. Ésta saldría renovada de aquellas tormentas, encendida en el primitivo celo de la Gloria de Dios, y será recordada universalmente por los pueblos. Voy a enviar celosos Sacerdotes que derramarán Mi Espíritu para renovar la faz de la Tierra. Voy a reformar las Órdenes por medio de hombres santos y sabios. Voy a dar a Mi Iglesia un nuevo Pastor que, lleno de Mi Espíritu y animado de Mi celo, ha de guiar Mi grey.” 
Y, por último, le certificó que tal obra no tardaría DOSCIENTOS AÑOS en llevarse a feliz término, como ella pensaba, sino que el Señor abreviará ese tiempo, en gracia a la oración y penitencia de los hombres:
“El tiempo está en Mis Manos… Reza y mortifícate…, que el tiempo no está tan lejos como tú crees.”
A continuación declara la Venerable Isabel Canori, que no podía revelar los detalles de esta REFORMA GENERAL que Él le dio a conocer, por habérselo prohibido el Señor:
“Vendrá la reforma de la Iglesia… Lo único que sí puedo decir, es que no se realizará esta gran obra sin un profundo trastorno de todo el mundo, de todas las poblaciones, incluso de todo el Clero secular y regular, de todas las corporaciones religiosas de uno y otro sexo; debiendo todos ser reformados según el Espíritu del Señor y los dictados de las primitivas reglas de sus Santos fundadores.”
Dios se servirá de la oscuridad para castigar a los impíos. A una señal de Su Mano Poderosa, Él castigará a todos los blasfemos. Permitirá que estos hipócritas sean castigados por la crueldad de los mismos demonios:
“En seguida una claridad deslumbradora se extenderá sobre la Tierra, como señal de la reconciliación de Dios y los hombres. La Iglesia será totalmente renovada y los hogares cristianos parecerán conventos; tan grande será la renovación de los hombres.” 

Fallecimiento, el 5 de Febrero de 1825
Murió la sierva de Dios llena de merecimientos y suspirando por el TRIUNFO DE LA IGLESIA, el 5 de febrero de 1825, mientras era asistida por sus dos hijas. Fue enterrada en Roma, en la cripta de la iglesia trinitaria de San Carlo alle Quattro Fontane.  Poco después de su muerte, como ella misma predijo, su esposo se convirtió uniéndose a la Orden Terciaria Trinitaria y después se ordenó sacerdote en los franciscanos conventuales.

Beatificación
Fue beatificada por el Papa san Juan Pablo II, el 24 de abril de 1994, en el Año Mundial de la Familia. El Papa la proclamó como un modelo para las familias cristianas: Constante en la oración y en la heroica dedicación a su familia que supo educar cristianamente a sus hijas y obtener la conversión de su marido.

Isabel Canori Mora fue enterrada en Roma, en la cripta de la Iglesia Trinitaria de San Carlo alle Quattro Fontane

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