miércoles, 27 de febrero de 2019

Milagro Eucarístico de BETTBRUNN, Alemania / Año 1125

Año: 1125
Lugar: Iglesia San Salvador, BETTBRUNN, Alemania
Milagro Eucarístico

Altar de la Iglesia de San Salvador.


Milagro Eucarístico de Bettbrunn

El Milagro Eucarístico de Bettbrunn se manifestó luego que un piadoso campesino, por un exceso de celo, robó una Hostia consagrada para llevarla a su granja, en Viehbrunn. Un día, la Partícula cayó accidentalmente al suelo, del cual nadie la pudo alzar a pesar de todos los esfuerzos. Finalmente, intervino el Obispo de Regensburg, quien logró recoger la Partícula sólo después de prometer al Señor que en ese lugar se construiría una iglesia en Su honor. La noticia del Prodigio se difundió velozmente y atrajo a muchísimos peregrinos.
Finalmente, intervino el Obispo de Regensburg, quien logró recoger
la Partícula sólo después de prometer al Señor
que en ese lugar se construiría una iglesia en Su honor.


La creación del pueblo de Bettbrun y la construcción de la actual iglesia de San Salvador se debe a un Prodigio Eucarístico, verificado en 1125. En el lugar en el que hoy surge el pueblo y la iglesia existía un tiempo una pequeña granja llamada Viehbrunn porque al lado había un pozo, utilizado para que los animales bebiesen. El propietario era un hombre profundamente devoto del Santísimo Sacramento que se lamentaba de no poder asistir siempre a la Misa porque la iglesia parroquial de Tholling se encontraba a una hora y media de distancia.
Movido por este celo, decidió resolver el problema robando una Hostia consagrada para llevársela a su casa. Así pues, el campesino la colocó en un orificio en la parte superior de su bastón, hecho a propósito para la Hostia. Cada día, cuando el rebaño reposaba, clavaba el bastón en la tierra, y arrodillado adoraba largas horas el Santísimo. Por varios meses el campesino tuvo consigo la Hostia, hasta que un día, distraídamente movió bruscamente el bastón porque el rebaño se había alejado demasiado y la Hostia cayó a tierra. El pastor, profundamente dolido, se inclinó para recogerla, pero toda tentativa fue inútil. No sabiendo qué hacer corrió a la parroquia de Tholling para pedir ayuda al sacerdote. Pero también fue imposible para éste; así que resolvieron llamar al Obispo de Regensburg, Hartwich, quien se dirigió al lugar, junto con todo el clero. El Obispo logró recoger la Hostia sólo cuando prometió al Señor que construiría una capilla en ese mismo lugar.
En 1125 la capilla fue concluida y la preciosa Reliquia se conservó allí mismo, hasta el año 1330, cuando un incendio la destruyó completamente. La capilla fue reconstruida y en su interior fue depositada una columna que había sobrevivido al incendio.

Iglesia de San Salvador, Bettbrunn.

martes, 26 de febrero de 2019

22 de Febrero: Santa Margarita de Cortona (1247-1297) Cuerpo Incorrupto

Tomado de La Leyenda de Oro para cada Día del Año – Vidas de Todos los Santos que venera la Iglesia – Madrid-Barcelona, 1844 – Tomo I, Febrero, Día 23, Página 373.




Santa Margarita de Cortona

Margarita, llamada vulgarmente de Cortona, porque vivió muchos años y murió en esta ciudad, nació en el lugar de Laviano, del obispado de Chiusi o Quiusi en el estado de Toscana, por los años de 1250. Sus padres fueron de humilde condición: su oficio era trabajar en el campo como pobres jornaleros; pero sus costumbres eran honradas y virtuosas. Así que llegó Margarita a la edad de siete años perdió a la madre; y pasando pocos años después su padre a contraer segundo matrimonio, empezó Margarita a seguir las malas inclinaciones de la naturaleza: se entregó a una vida libertina, y se dejó cautivar del torpe amor. Siendo muy viva, de agudo ingenio y hermosa, se aficionó a los placeres, a la vanidad y a las lisonjas del siglo, y cayó infelizmente en los lazos del demonio, y en las redes de aquellos malvados que procuraron con sus engaños hacerla perder la inocencia y castidad. En efecto, se abandonó Margarita de tal modo a la liviandad, que en la flor de sus años llegó a ser el escándalo de todo el país, menospreciando las amonestaciones caritativas de su padre, y las reprensiones, tal vez sobrado ásperas, y duras de su madrastra. Por fin, se enlazó en una torpe amistad con un joven caballero de la cercana ciudad de Monte-Policiano, donde Margarita pasó a vivir, y en donde llevó con este joven una vida escandalosa por espacio de nueve años. Estaba Margarita sumergida en este profundo abismo de males, a que sus desordenadas pasiones la habían precipitado, cuando el Señor se dignó mirarla favorablemente. y usar con ella de su Infinita Misericordia, por medio de un funesto accidente que acaeció a su infeliz amante, y fue en esta forma. Había salido este infeliz joven un día de la ciudad seguido de una perrilla de Margarita, cuando de improviso le asaltaron y acometieron sus enemigos, que tal voz eran sus rivales, los cuales, dándole muchas heridas, le dejaron muerto allí mismo; y para ocultar su homicidio echaron el cadáver en un hoyo, cubriéndole de tierra y ramas de árbol. Volvió la perrilla a casa de Margarita dando tristes aullidos, cosa que la hizo recelar no hubiese sucedido alguna desgracia a su joven caballero. Pero pasando dos o tres días sin que su amanto viniese a verla, crecieron tanto en Margarita sus recelos o sospechas, que llena de susto y sobresalto, se fue por la misma senda por donde él se había encaminado, seguida de la misma perrilla; la cual así que llegó al lugar en que estaba escondido el cadáver, se paró y empezó de nuevo a dar tristes y funestos aullidos, escarbando la tierra con sus manecillas, como que quería descubrir alguna cosa. Entonces se acercó allí Margarita, y apartando con sus manos las ramas y la tierra que cubrían la hoya o sepultura, vio el cuerpo de su desgraciado amante; pero ya tan desfigurado, tan comido de gusanos y hediondo, que exhalaba un hedor intolerable.
2 A vista de este espectáculo tan horrendo, quedó Margarita atónita y como fuera do sí, llena de pavor y miedo: la asaltaron en este mismo instante a su espíritu una multitud de consideraciones melancólicas: de una parte consideraba el estado miserable del cuerpo de aquel joven que tanto había amado; y que aun era mucho más miserable el de su infeliz y desventurada alma: de otra parte, mirándose a sí misma y el estado infeliz de su propia alma, la consideraba delante de Dios mucho mas desfigurada y cubierta de gusanos que aquel cadáver hediondo y podrido. Entonces toda horrorizada de sí misma, y del peligro a que estaba expuesta a cada momento de caer en las llamas del infierno y de perderse eternamente, empezó a implorar la Divina Misericordia, y arrojándose en el suelo se deshacía en un copiosísimo llanto: y obrando la gracia de Dios en su corazón, penetrada de un vivo dolor y de un íntimo arrepentimiento de sus pasados desórdenes, no pensó ya sino en mudar de vida, y en borrar sus culpas con una verdadera y proporcionada penitencia.
3 A este fin se partió luego de Monte-Policiano, para huir de los peligros de pecar. Se volvió a Laviano, donde inmediatamente fue a echarse a los pies de su padre, pidiéndole perdón de sus disoluciones, de su desobediencia y de los muchos disgustos que le había dado; suplicándole con muchas lágrimas y suspiros salidos del centro de su corazón, la admitiese en su casa, así como aquel padre del Evangelio admitió en la suya a aquel su hijo pródigo, después de haber llevado una vida escandalosa semejante a la suya. El padre, enternecido de las lágrimas y humildad de su hija, fácilmente la hubiera acogido en su casa, si no le hubiese detenido la resistencia de su mujer, que conservaba contra Margarita toda la dureza y malignidad de una madrastra. Margarita sufrió con paciencia y tranquilidad de espíritu este desaire de su padre; y deseosa de reparar públicamente los escándalos, que con sus públicas disoluciones había dado a los vecinos de Laviano, en ocasión que todo el pueblo estaba en la iglesia, compareció Margarita en ella vestida de un saco y con una soga al cuello; y puesta de rodillas, las manos juntas, y deshaciéndose en lágrimas, pidió a todos en altas voces la perdonasen sus pasadas profanidades y sus muchos escándalos.
4 Parece que esta pública humillación en una mujer joven que conservaba toda la belleza y espíritu, de que la había dotado la naturaleza, debía enternecer a todo el lugar, y ganarse el afecto y cariño de todos sus parientes; pero sucedió al revés; porque ellos tomaron de aquí ocasión para enfurecerse mucho más contra Margarita. La madrastra en particular la persiguió con tanto encono, que no paró hasta que con sus malas artes logró hacerla desterrar de la parroquia, como mujer desvergonzada e insensata.
5 Viéndose Margarita abandonada de sus parientes y desechada de sus paisanos, se vio fuertemente tentada de volver a sus antecedentes disoluciones; pues hallándose todavía joven, de edad de veinte y cuatro años, y conservando toda su hermosura, le parecía poder gozar aun mucho tiempo de los placeros y de las vanidades del mundo. Pero Dios, que misericordiosamente había empezado la obra de su conversión, la sostuvo en aquel combate, y la hizo salir victoriosa de tan maligna tentación; porque inspirada del mismo Señor, padre de toda consolación, se partió a la cercana ciudad de Cortona, donde una buena señora la recibió en su casa, con todo aquel agrado y cariño que Margarita podía desear. De aquí se encaminó a la iglesia del convento del Padre San Francisco, y puesta a los pies de un religioso, hizo una confesión general de todas sus culpas, con tan extraordinaria contrición de ellas, que deshecha en llanto, allí mismo pidió ser admitida a vestir el hábito de penitente de la tercera orden del seráfico Patriarca. El confesor la acogió benignamente, y la animó a seguir la penitencia que había comenzado, a fin de satisfacer a la Justicia Divina, ofreciéndola su ayuda y asistencia, dándola asimismo esperanza de conseguir de los superiores el hábito de penitente que tanto deseaba; el que con todo no pudo obtener sino después de tres años; porque los religiosos, temerosos de la inconstancia de una mujer moza, se detenían en darla gusto en su pretensión; diciendo que si sucediese su recaída después de haberla vestido el santo hábito, seria en descrédito de su enseñanza y en deshonor de su Orden.
6 Luego que Margarita se vio vestida del santo hábito de la Tercera Orden, se entregó con nuevo fervor a los ejercicios de penitencia: de modo que en adelante su vida fue un conjunto de mortificación y humildad. El amor de Dios, que se hizo dueño de su corazón, extinguió en ella el amor del mundo: de suerte, que los placeres y vanidades del siglo, que habían sido el ídolo de su corazón, la eran ya un objeto de horror y aborrecimiento. Llevaba una vida muy retirada en una pobre casa y estrecho aposento, del cual no salía sino para ir a la iglesia. Observaba un ayuno continuo y riguroso, comiendo ordinariamente solo pan y agua; a que añadía en los días festivos algunas nueces o frutas secas, o legumbres sin cocer: dormía poco echada sobre la tierra desnuda, y teniendo debajo de la cabeza una piedra por almohada: pasaba en oración la mayor parte de la noche, llorando a los pies de un Crucifijo las ofensas hechas a la Divina Majestad. Había concebido un odio tan grande contra su cuerpo, instrumento de tantas culpas y escándalos, que no satisfecha de extenuarle con asperísimas penitencias y continuos ayunos, estaba resuelta a desfigurar su rostro cortándose los labios o las narices, o abriéndose las mejillas con algún instrumento, a fin de ponerse fea y horrible a los ojos de los hombres; y lo ejecutara, si su confesor, a quien profesaba una perfecta obediencia, no se lo hubiera prohibido.
7 Rabioso el demonio de ver tanta virtud y penitencia en Margarita, la asaltó con muchas y furiosas tentaciones; mas ella recurriendo a Dios con fervorosas oraciones, e implorando con muchas súplicas la poderosa intercesión de la Virgen Santísima, salió siempre victoriosa. Después que Margarita se hubo ejercitado algunos años en esta vida de tanto rigor y penitencia, fue favorecida de Dios con el don de una contemplación sublime; con el de lágrimas, el de hacer milagros, y el de conocer los secretos del corazón y de la conciencia. Estos dones y gracias sobrenaturales, unidas a los ejemplos de su santa vida, conciliaron a Margarita el amor y el respeto de los ciudadanos de Cortona, que la veneraban como a otra Santa Magdalena. La fama de su heroica virtud se extendió por muchas partes, y venían a Cortona muchas personas de lugares muy distantes sólo por ver a Margarita, y admirar los prodigios de misericordia que Dios había obrado en ella, quedando todos edificados de su vida ejemplar y penitente; y no eran pocos los que oyéndola hablar de materias espirituales, se compungían, dejaban sus vicios y se convertían al Señor; porque hablaba en estos asuntos con tanta dulzura, suavidad y unción, que ganaba para Dios a cuantos tenían la dicha de oírla: de suerte, que la que en otro tiempo había sido lazo del demonio para perder la incauta juventud, era un instrumento de la Divina Misericordia, para sacar a muchos pecadores del atolladero de sus vicios, y restituirlos al camino de la salvación. En la historia de su vida se refieren muchísimas de estas conversiones que Dios obró por medio de Margarita; pero nosotros sólo referiremos los dos casos siguientes.
Un mozo travieso y rico tenía en su poder la mujer de un ciudadano con mucho escándalo de la ciudad: sentía mucho su madre este desafuero, así por el infeliz estado de la conciencia del hijo, como por el escándalo del pueblo, y el riesgo manifiesto de algún desastre. No pudiendo acabar con él ni con ruegos ni con lágrimas que despidiese a la adúltera, tomó por medio recurrir a la Santa, para que con sus oraciones alcanzase de Dios sacase aquel mozo del peligroso estado en que vivía. Margarita, compadecida de aquella desdicha, ofreció sus oraciones: mas la madre se persuadió, que si se llevaba alguna cosa que habían tocado sus manos, sería su total remedio. Con esta aprensión le pidió la diese alguna alhajilla suya o algún pedazo de su ropa; pero Margarita, escandalizada de la propuesta, le dijo se dejase de impertinencias, que ella era una pecadora: pero porfiando todavía en su pretensión, hizo con cierta cautela que la diese un pedazo de pan de su propia mano, y con esto partió de la casa contenta. Puso el pan cautamente en la mesa de su hijo, y habiéndole comido, se halló repentinamente tan mudado, que aquel mismo día despidió a la adúltera, y con propósito firme de no volver al vómito, confesó sus culpas, y se partió de la ciudad para alejarse del peligro.
9 Un hombro que se había entregado enteramente al vicio de la sensualidad, se hallaba muy afligido, porque conociendo su perdición, se sentía sin fuerzas para resistir la violencia de la pasión: y para romper la cadena de la mala costumbre, le pareció recurrir a las oraciones de Margarita, cuyas maravillas en punto de conversiones eran tan frecuentes: la rogó, pues, con mucha instancia se apiadase de su miseria: la Santa le acogió benignamente, animándole a esperar en la Divina Misericordia: diciéndole, que pues creía que la había sacado a ella del atolladero del vicio y puesto en camino de salvación, no debía dar entrada a la desconfianza; pues el Señor había obrado en ella esas maravillas de Su Poder, para alentar a los pecadores que tuviesen noticia de ellas, a esperar en Su Bondad y Misericordia.
10 Se despidió el hombre lleno de confianza; y la Santa hizo oración por él, con tan feliz efecto, que el hombre se sintió del todo mudado, y amortiguado en sí el fuego de la lujuria: lloró sus pecados, y satisfizo por ellos a la Justicia Divina con una ejemplar y verdadera penitencia.
11 Había pasado Margarita veinte y tres años en estos ejercicios de mortificación y penitencia, y en la práctica de toda suerte de obras buenas, cuando extenuada de estos rigores, y consumida del fuego celestial del Divino Amor, sintió acercársele el fin de su vida: dio aviso de ello a su confesor, para que la asistiese en aquel último lance, y la fortaleciese con el celestial Pan del Santísimo Sacramento. Estuvo diez y siete días sin comer ni beber cosa alguna, sustentándose con el alimento de la Divina Palabra: no se conocía en ella más enfermedad que la falta de pulsos: no sentía dolor alguno; porque era tanta la abundancia de celestiales consuelos de que gozaba su espíritu, que estaba siempre como distraída y fuera de sí: y no se le oían otras palabras, que ardientes jaculatorias y dulcísimos coloquios con su Divino Esposo. Recibió con gran devoción y ternura los Santos Sacramentos, y abrazada con un Crucifijo, puestos sus labios en la Llaga del Costado, con rostro alegre y sereno entregó su espíritu al Creador, a 22 de febrero de 1297, a los cuarenta y nueve años de su edad, y veinte y cinco de su conversión, empleados en su admirable penitencia.
12 Luego que expiró exhaló su cadáver una fragancia suavísima; quedó tratable y flexible; y mucho más hermoso que cuando era vivo. A la hora que expiró, un gran siervo de Dios vio subir su alma gloriosa a los Cielos, acompañada de una numerosa comitiva de almas que habían salido del Purgatorio, y que hacían más solemne su triunfo.
13 Luego que los ciudadanos de Cortona tuvieron noticia del feliz tránsito de Margarita, dieron un público testimonio del elevado concepto que habían formado de sus virtudes. Pusieron guarda a su féretro, revistieron su cuerpo de una túnica rica de color encarnado; y con asistencia del Clero, nobleza e innumerable concurso, le llevaron por las calles más públicas a la iglesia del gran Padre San Basilio, donde le colocaron en un sepulcro nuevo que la tenían prevenido. Ilustró el Señor a la Santa con muchos milagros después de su muerte; de modo que creciendo la devoción de los fieles se reparó aquella iglesia que amenazaba ruina, y se levantó en ella una capilla muy suntuosa, en que se colocó el cuerpo de la Santa. Esta iglesia la dio Eugenio IV a los frailes menores, y se edificó en ella un convento, que hoy se llama de Santa Margarita. Su cuerpo después de tantos siglos se conserva aun incorrupto.
14 La ciudad de Cortona, excitada de los muchos milagros que obraba Dios por los méritos e intercesión de la Santa, empezó a celebrarla fiesta todos los años en el día de su tránsito, sin tener permiso de la Silla Apostólica. Después León X, pasando por Cortona, quiso informarse de los milagros que se decía haber obrado Dios por intercesión de Santa Margarita, los cuales se conservaban escritos en un proceso antiguo, formado en tiempo de Clemente V, y quiso por sí mismo cerciorarse de la incorrupción de su cadáver; y en vista de todo expidió bula, en que permitió se continuase la fiesta que se le hacía en Cortona todos los años. Después Urbano VIII en el año 1624 expidió otra bula, en que la beatificó solemnemente, señalándola Oficio Divino y Misa, con extensión a todas las tres Órdenes de San Francisco. Y por fin, continuando Dios en obrar nuevos milagros por intercesión de la Santa, se pidió a la Silla Apostólica su solemne canonización; y habiéndose examinado prolijamente estos milagros, y aprobándose cinco de ellos, Benedicto XIII la canonizó solemnemente, con las formalidades y pompa que ahora estila la Iglesia.

Basílica de Santa Margarita, Cortona-Italia.

sábado, 23 de febrero de 2019

23 de Febrero: Milagro Eucarístico de Daroca (1239)

23 de Febrero – 7 de Marzo
Año: 1239 / Lugar: Basílica de Santa María Colegiata, DAROCA, España
Milagro Eucarístico
Padre Mateo Martínez


Milagro Eucarístico de Daroca

El Milagro Eucarístico de Daroca se verificó poco antes de una de las numerosas batallas sostenidas por los españoles contra los moros. Los comandantes cristianos pidieron al Sacerdote celebrar una Misa, pero pocos minutos después de la consagración un ataque sorpresa del enemigo obligó al Sacerdote suspenderla y esconder las Hostias consagradas dentro de un paño. La victoria estuvo a favor de los españoles. Entonces, los comandantes pidieron al Sacerdote poder comulgar con las Hostias que se habían consagrado pero éstas fueron encontradas completamente recubiertas de Sangre. Actualmente es posible venerar el paño teñido de Sangre.
En febrero de 1239, Jaime I el Conquistador se encontraba en Montpellier, tras haber dejado sus tropas al mando de don Berenguer Entenza. El día 23, los tercios de Teruel, Daroca y Cala-tayud se disponían a conquistar a los moros el castillo de Chío, en Luchente, a 16 kilómetros de Játiva.
El capellán, padre Mateo Martínez, de Daroca, estaba celebrando la Misa en la que había consagrado seis Formas destinadas a los seis capitanes de dichos tercios: Don Jiménez Pérez, Don Fernando Sánchez, Don Pedro, Don Ramón, Don Guillermo, y Don Simone Carroz. Un ataque por sorpresa de los moros le obligó a suspender la Misa, esconder rápidamente las Hostias en unos corporales y ocultarlas en un pedregal del monte.
Tres horas más tarde, rechazado el ataque sarraceno, los seis capitanes pidieron al Sacerdote que les diera la Comunión en acción de gracias por la victoria. El Padre Mateo fue al lugar donde había escondido las Hostias y las encontró empapadas en Sangre y pegadas a los Corporales. Los Capitanes se admiraron y lo tomaron como señal de victoria en la batalla que preparaban. Hicieron que el Sacerdote enarbolara el corporal manchado de Sangre, a modo de bandera. Dieron la batalla contra los Moros, y el castillo de Chío fue reconquistado. El mérito de este triunfo fue atribuido al Milagro Eucarístico.







Entonces ocurrió el segundo prodigio. Los seis Capitanes eran de diferentes regiones de España. Cada uno quería llevar los Corporales a su ciudad. Al no ponerse de acuerdo, D. Ramón Berenguer decidió echar a suertes la posesión y custodia de este Divino Misterio. La suerte cayó en Daroca por tres veces consecutivas. Sin embargo, los Capitanes de los tercios de Teruel y Calatayud no quedaron satisfechos, por lo que se acordó una solución de compromiso. Colocaron los Santos Corporales dentro de una arqueta de plata (que aún se conserva) y la cargaron sobre una mula, tomada en la conquista. El plan era dejar que la mula vagara como quisiera, hasta que la Providencia señalara el lugar elegido, que sería donde se detuviera la mula.

La mula iba seguida por Sacerdotes con velas encendidas, y soldados.
Así se hizo la primera procesión del Corpus Christi, que duró dos semanas. El 24 de febrero, la mula empezó a caminar. Iba seguida por Sacerdotes con velas encendidas, y soldados. Pasó cerca de Valencia, Catarrosa, Manizes, Segorbe, Jerica y Teruel. Pero no entró en esas ciudades. La gente acudía en muchedumbre por todos los caminos, con deseo de ver aquel Misterio inexplicable. Hubo muchas conversiones y abundantes curaciones de enfermos.
La mula viajó durante 14 días sin tomar ningún alimento, recorriendo una distancia de más de 320 kilómetros, tal como narra Lanuza en su «Historia eclesiástica de Aragón».Cuando llegó a Daroca dobló las rodillas y cayó muerta a sus puertas, frente a la Iglesia de San Marcos (hoy Iglesia de la Trinidad). Como consecuencia, depositaron allí el Corporal.
Ese día, 7 de marzo, la Divina Providencia obsequió a Daroca con la custodia de los Sagrados Corporales, que de este modo quedaron ya definitivamente vinculados a la historia de la ciudad. Ese mismo día se celebraría posteriormente la fiesta de Santo Tomás de Aquino, gran defensor de la Eucaristía. En la época del milagro, 1239, Santo Tomas tenía 14 años. Precisamente Santo Tomás de Aquino fue el encargado de redactar el Oficio litúrgico de la Fiesta del Corpus, inspirada obra maestra de la literatura mística. Por ello la ciudad de Daroca eligió a Santo Tomás como su Santo Patrón. Daroca fue la primera población española (y quizás del mundo) en celebrar una fiesta pública en honor de la Eucaristía.
Los detalles de este Milagro Eucarístico se encuentran en la llamada «Carta de Chiva»,documento suscrito ante notario el 6 de julio de 1340.
En 1261, dos síndicos de Daroca acudieron a Roma para informar al Papa Urbano IV sobre el Milagro Eucarístico. Fueron presentados por San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino. El Papa Urbano IV era contemporáneo de la Beata Juliana de Lieja, la religiosa a la que el Señor había pedido en 1208 que se instituyera una Fiesta en honor del Santísimo Sacramento. Parece que Urbano IV aceptó el Milagro Eucarístico de Daroca como una señal más del Señor de que Él quería que esta Fiesta fuese instituida. De hecho él mismo la instituyó tres años después.
En Daroca construyeron una hermosa Iglesia para alojar este regalo especial de Dios. Hoy es conocida como Iglesia de Santa María Colegiata.

Basílica de Santa María y de los Sagrados Corporales.
En 1385 hicieron un relicario majestuoso.
En la pared, donde están los Sagrados Corporales, colocaron esculturas representando los hechos: la Batalla de Luchente, al Padre Mateo levantando el Corporal como un estandarte de batalla, el viaje de la mula, y la llegada a Daroca.
Muchos Monarcas y personajes notables fueron a Daroca a contemplar el Milagro.
  • En primer lugar, el Rey Jaime I el Conquistador, quien hizo entrega a la ciudad de un estandarte de batalla.
  • En 1414 el apóstol valenciano San Vicente Ferrer adoró los Corporales y predicó las maravillas del día del Corpus.
  • Los Reyes Católicos visitaron varias veces la localidad, tal como consta en el Archivo Parroquial de Daroca. Como prueba de su devoción donaron el relicario interior de los Corporales, cuidadosamente labrado en oro traído de América con ese fin. También regalaron una magnífica tabla en la que aparece el Rey Fernando el Católico acompañado de su hijo don Juan a la edad de catorce años.
  • El Emperador Carlos V y su esposa doña Isabel de Portugal visitaron Daroca el 20 de enero de 1534.
  • Felipe II acudió a venerar los Santos Corporales en 1585.
Fray Luis de Granada, en 1559, se refirió a los Santos Corporales: «Para probar su verdad no son menester más testigos que los ojos de los que cada año lo ven. »
Los análisis de la Sangre del corporal determinan que es Sangre humana.


Fuente:
P. Ángel María Rojas S.J.  LA EUCARISTÍA MILAGRO VIVO.
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23 de Febrero: San Policarpo de Esmirna (69 †155), Obispo y Mártir

Tomado de La Leyenda de Oro para cada Día del Año – Vidas de Todos los Santos que venera la Iglesia – Madrid–Barcelona 1844 – Tomo I, Enero, Día 26, Página 219.
El fuego no tocó al Santo, ni le quemó, y parecía el cuerpo
del Santo como oro resplandeciente en su crisol.



San Policarpo de Esmirna, Obispo y Mártir

La vida y martirio de san Policarpo, Obispo de Esmirna, sacaremos de lo que de él escribieron San Ireneo, Obispo de León y Mártir, que le conoció, Eusebio Cesariense en su historia, San Jerónimo en el libro de los escritores eclesiásticos, y el Clero de Esmirna, que se halló presente a su gloriosa muerte. Fue San Policarpo varón de gran santidad, y de raras letras, y alto ingenio: conoció a muchos discípulos del Señor; y trató familiarmente con ellos, y particularmente con el discípulo amado San Juan Evangelista, el cual fue padre, y príncipe de todas las Iglesias de Asia, y de su mano hizo Obispo de Esmirna a Policarpo, como a varón digno de aquel lugar, y sublime ministerio. Estando Policarpo en la Iglesia, hubo grandes dudas, y dificultades entre los cristianos acerca del tiempo, en que so había de celebrar la pascua de Resurrección, y para tomar buena resolución, y acertado asiento en ellas, se determinó San Policarpo a ir en persona a Roma, para conferir sus dudas con San Aniceto, Papa, que a la sazón era vicario en la tierra de Cristo nuestro Redentor. Llegado a Roma, hizo reverencia a San Aniceto: confirió sus dudas: le propuso sus dificultades, y lo que él mismo había aprendido de su maestro San Juan Evangelista, y de los otros discípulos del Señor: y sabiendo, que Valentino y Marción, herejes, sembraban en Roma su perversa y diabólica doctrina, comenzó San Policarpo a predicar y exhortar a todos los fieles, que se guardasen de ellos, como de serpientes, y enemigos de Jesucristo, y que supiesen cierto, que no era aquella la doctrina de los apóstoles, y del mismo Señor, que por medio de sus discípulos se la había enseñado, y de cuyas fuentes él había bebido: y para moverlos a más aborrecer a los herejes, y huir totalmente de su conversación, les contaba, que yendo una vez San Juan Evangelista su maestro, acompañado de muchos discípulos, a unos baños, donde se estaba lavando Cerinto, hereje, les dijo el Santo Apóstol: Huyamos de aquí, y vámonos presto; porque no caigan, y nos tomen debajo estos baños, en los cuales se lava Cerinto, enemigo de la verdad: y el mismo San Policarpo, andando un día por Roma, encontró con Marción, hereje, y en viéndole, volvió el rostro, y se apartó por no hablarle. Notó esto Marción, y como hereje desvergonzado, se llegó a Policarpo, y le dijo: ¿No me conoces? Sí te conozco, dijo Policarpo. Pues, ¿quién soy yo? Tú eres, dice , el hijo primogénito de Satanás: para darnos a entender, que aunque todos los pecadores, por imitación, son hijos de Satanás, como los justos lo son de Dios; pero que el hereje es como su hijo primogénito, y mayorazgo; porque es el que más le imita, y el que más le ama, y mejor hace sus negocios. Convirtió San Policarpo en Roma muchos herejes a la Fe católica con su santa doctrina, y ejemplo, y se volvió a su Iglesia de Esmirna, para apacentar sus ovejas, y defenderlas de los lobos infernales, como bueno, y cuidadoso Pastor. Estando en Esmirna, pasó por allí el fortísimo mártir de Jesucristo San Ignacio, de camino para Roma, a donde iba condenado a los leones; y San Policarpo le acogió, y regaló, teniéndole santa envidia, porque iba a morir por Cristo antes que él. Con el ejemplo vivo de San Ignacio animaba, y esforzaba a padecer mucho por el Señor a todos los fieles, que allí estaban, y San Ignacio, después que partió de Esmirna, escribió una carta admirable a San Policarpo, dándole cuenta de su viaje y se encomienda a sus oraciones.
2 En este tiempo, siendo ya emperador Marco Aurelio Antonino, y Lucio Vero, se levantó contra la santa Iglesia la cuarta persecución, que fue muy cruda y espantosa; porque los presidentes y ministros de los emperadores atormentaban con muy atroces tormentos a todos los cristianos, que podían haber a las manos, y aquél se tenía por más excelente y aventajado juez, que más sangre de cristianos derramaba; y no se oía hablar por las ciudades, villas y lugares, sino de nuevas penas, y exquisitos tormentos, que contra los cristianos se inventaban. Llegó la furia de esta tempestad a la provincia de Asia, y a la ciudad de Esmirna. El Santo Pontífice Policarpo velaba sobre su grey, consolaba los afligidos, esforzaba los flacos, socorría a los menesterosos, y daba a todos las ayudas y favores que podía: y en aquella tan brava tormenta se hallaba con un ánimo sosegado y seguro; porque estaba asido, y abrazado con Dios, a quien continuamente suplicaba, se apiadase de Su Iglesia, y diese fin a aquella tribulación, o esfuerzo, para llevarla con fortaleza.
3 Entendieron los enemigos de Dios la resistencia, que les hacía Policarpo, y que él era el pilar de los cristianos de Asia: y creyendo que derribándole a él caería el edificio que sobre él sustentaba, comenzaron a buscarle para darle muerte. No se alteró, ni mudó San Policarpo, por saber, que le buscaban, ni dejó de hacer lo que hacía, por miedo ni espanto; mas pudo con él tanto la caridad, y los ruegos de muchos cristianos y amigos suyos, que le importunaban, que saliese de la ciudad, que por darles contento se salió a una casa de campo, donde estuvo escondido algunos pocos días, haciendo continua, y fervorosa oración al Señor por la paz de la Iglesia. Tres días antes que fuese preso, una noche durmiendo tuvo en sueños una revelación de Dios, acerca del martirio que había de padecer por Su amor. Le parecía que se abrasaba, y consumía con llamas la almohada, en que tenía reclinada la cabeza: y conociendo lo que aquel fuego significaba, luego llamó con grande alegría a sus amigos, y les dijo: Tened por cosa cierta, que yo tengo de ser quemado vivo, y que esto será dentro de pocos días. Alabado sea, y glorificado para siempre mi dulcísimo Señor Jesucristo, que me quiere hacer digno de la corona del martirio. Pero aunque el Santo estaba tan gozoso, y regocijado esperando la muerte, vencido de la importunidad de los que estaban con él; se pasó a otra casa, donde pensaron, que estaría más seguro: mas no fue así; porque viniendo los ministros de los emperadores de allí a tres días a buscarle, le hallaron, por indicio de dos muchachos, a los cuales prendieron, y al uno azotaron, para que dijese la verdad. Entraron los sayones en la casa, donde estaba San Policarpo: y aunque él pudiera fácilmente escaparse, no quiso; antes volviendo los ojos al Cielo, y diciendo: Señor, hágase en todo Vuestra Voluntad; bajó la escalera, para recibir y agasajar a sus mismos enemigos: les mandó aparejar de comer; y con gran serenidad, y majestad de rostro les rogó que comiesen, y que entretanto le diesen una hora de tiempo para recogerse y encomendarse a Dios. Ellos comieron; y él oró, y comió de aquel manjar de vida, que se le había de dar en los tormentos, y en la muerte misma. Fue tanto, lo que los impíos ministros se maravillaron del aspecto venerable de Policarpo, de la dulzura de sus palabras, de la cortesía y buen tratamiento, que les hizo, y de la alegría y contentamiento que mostraba, que en cierta manera les pesaba de haber venido; y comenzaron a decir: ¿Es posible, que por este viejo, digno de tanto respeto, se hacen tantas diligencias, y tantas pesquisas? ¿Se envían tantos soldados, tantas espías, y se echan tantas redes, para afligirle y acabarle? Mas al fin, por hacer lo que les habían mandado, le prendieron; y puesto sobre un jumento, le llevaron a la ciudad. Toparon en el camino con el prefecto de la paz, pues se llamaba Herodes, y con su padre Niceta, que eran hombres de mucha autoridad: los cuales tomaron a Policarpo en su coche, y le comenzaron a persuadir, que pues no tenía fuerzas de mozo para resistir, ni sus canas eran ya para lidiar con los magistrados, y tormentos; que mirase por sí y viviese, lo que le quedaba de vida, con descanso, y quietud, obedeciendo a los emperadores; y que esto le decían, como amigos, por el amor que le tenían. Callaba el Santo y, como se dice, a palabras locas hacia orejas sordas; hasta que viendo, que porfiaban, y le quebraban la cabeza, les dijo: Señores, no perdáis tiempo; porque yo jamás haré, lo que me aconsejáis.
Entonces ellos se enojaron contra Policarpo, y le denuestaron, y echaron del coche con palabras injuriosas, y con tal furor, que casi le acabaran; y gravemente se hirió, y lastimó en una pierna: mas el Santo, sin hacer caso de su dolor, ni de su afrenta, iba con grande ánimo y esfuerzo a la pelea. Le llevaron al procónsul, que estaba en el teatro, y antes de entrar en él oyó una Voz del Cielo que le decía: Ten buen ánimo, Policarpo, y trata valerosamente el negocio de Dios. Muchos de los fieles oyeron esta Voz; aunque ninguno vio, al que hablaba. Con ella armó el Señor a Su soldado contra las voces furiosas, y clamores del pueblo, que contra él se levantaron.
Le preguntó el procónsul, si era Policarpo Obispo; y el Santo respondió que sí. Le aconsejó, que jurase por la fortuna de los emperadores, y blasfemase a Cristo: y él con grande autoridad, y reposo le respondió unas palabras dignas de Policarpo: Ochenta y seis años, dice, ha, que yo sirvo a Jesucristo, y en todo este tiempo nunca me hizo mal, antes siempre he recibido de Su mano muchos, y grandes favores. Pues, ¿cómo quieres, que yo blasfeme, de quien tanto bien me ha hecho, y me crió y conserva la vida; y sea desagradecido a tan buen Dios, y Señor?
Y tornando el Juez a apretarle, respondió con gran libertad: ¿Quieres por ventura probar, si soy cristiano? Yo te digo libremente, que lo soy: y si quieres saber, lo que encierra en sí este nombre de cristiano, dame un día de tiempo desocupado: que yo te lo diré.
A esto respondió el procónsul: Lo que me quieres decir a mí, dilo aquí al pueblo. Y Policarpo dijo: A ti de buena gana daré razón, de lo que quisieres; porque nosotros estamos obligados a honrar a los magistrados, y obedecerles en todo lo que nos mandaren, como no sea contra Dios: mas el pueblo es bestia de muchas cabezas, y ahora no es capaz, ni está dispuesto para oír los Misterios Divinos.
Mira, dijo el procónsul, que te haré quemar aquí vivo, o despedazar de las fieras.
Respondió el Santo: Yo no temo este fuego corporal, que mata el cuerpo, y en un momento se acaba: aquel fuego temo, que dura para siempre, y se sustenta con la muerte, de los que viven en él. No piensos que me tengo de espantar con tus amenazas: llama a las bestias: enciende el fuego; que aquí estoy.
Esto decía el bendito santo con un rostro alegre, y apacible, y con un semblante mesurado, y con unas palabras tan sosegadas, y graves, que el procónsul, con estar tan indignado contra él, quedó maravillado, y atónito; pero al fin mandó, que el pregonero allí en el teatro, con alta voz dijese, que Policarpo había confesado ser cristiano. Entonces todo el pueblo, que era de gentiles, judíos y herejes, alzaron a una la voz, y clamaron, diciendo con grandes alaridos cuanto más podían: Éste es el destruidor de los dioses: éste el maestro de los magos y cristianos: muera: muera quemado vivo en el fuego; y con gran prisa comenzaron a traer leña y sarmientos, para hacer grande hoguera; y el santo viejo Policarpo con gran presteza desnudó sus vestidos, calzas y zapatos. Le quisieron allí enclavar en un madero, para que con el dolor y pena, que le causaría el fuego no se menease: mas el Santo dijo a los ministros: No me enclavéis; que yo espero en aquel Señor, que me da ánimo para sufrir el tormento del fuego, que me le dará también para estar quedo en él, y sin menearme, aunque no esté atado: y con esto lo dejaron, atándole solamente las manos atrás, y le echaron en el fuego; y el Santo, ofreciéndose como un holocausto vivo, y oloroso al Señor, comenzó a orar de esta manera: Recibid, ¡oh Padre Eterno!, en sacrificio aceptable esta mi vida, que Vos mismo me habéis dado. Vos sois Señor del Universo, Vos sois Padre de mi Señor Jesucristo, por el cual Os hemos conocido, y el que por nosotros se ofreció en la Cruz; y yo por Él mismo ahora me ofrezco a Vos en la confesión de Su Santa Fe, para honra y gloria perpetua Vuestra, y Suya. Yo os hago infinitas gracias, por haberos dignado de ponerme en el número de Vuestros bienaventurados mártires, y haberme hecho particionero del cáliz y pasión de mi buen Jesús. Yo Os alabo, y ensalzo, y bendigo juntamente con Vuestro Unigénito Hijo, que es Sumo Sacerdote, y Pontífice Eterno, y vive y reina con Vos, y con el Espíritu Santo, en los siglos de los siglos.
4 Apenas pudo concluir esta oración tan afectuosa y decir: Amén; cuando el verdugo puso fuego a la leña aparejada, y luego se emprendió: y para que se viese como todas las criaturas obedecen al Señor, el fuego no tocó al Santo, ni le quemó; antes estaba a manera de una bóveda, o de una vela de nave que navega hinchada con próspero viento; y dentro de su seno parecía el cuerpo del Santo, no como carne quemada, sino como oro resplandeciente en su crisol, y las mismas llamas, para mayor milagro, echaban de sí un olor suavísimo, como de incienso derretido en las brasas, o de un ungüento suavísimo. Pero como los ministros impíos viesen, que no se podía acabar la vida del Santo con fuego, determinaron acabarle con espada, y no perdonar al que las llamas perdonaban; y así le pasaron el cuerpo con la espada, y salió de él tan gran copia de sangre, que apagó el fuego, volando el alma gloriosa al Cielo, para gozar eternamente de Dios: y con el Santo murieron otros doce, que habían venido de Filadelfia.
Desearon mucho los cristianos tomar su cuerpo para honrarle y reverenciarle; mas los judíos hicieron tanto ruido y alboroto, que el presidente le mandó quemar; como se hizo: y después los cristianos recogieron aquellas sagradas reliquias, y huesos, y los colocaron en lugar decente, honrándolos como reliquias de tan grande Pontífice, y tan esforzado Mártir, y haciendo fiesta particular cada año el día de su martirio: para que todos imitemos tan santa vida, y gloriosa muerte, y sigamos las pisadas de los que nos enseñaron, y engendraron en Cristo, como lo escribe la Iglesia misma de Esmirna, y el Clero, que se halló presente a su martirio, en una epístola, que solía leer públicamente en las iglesias, como lo dice San Gregorio Turonense.
5 Escribió san Policarpo una epístola a los filipenses, la cual, como dice San Jerónimo, también se solía leer públicamente en la iglesia a los fieles, y en ella encomendándoles mucho, que estén bien fundados en la fe, esperanza y caridad, los exhorta a huir principalmente de la avaricia, acordándose que es raíz, y principio de todos los males, y que como salimos desnudos al mundo, desnudos volvamos de él. Después los enseña a criar sus hijos, a ser sujetos y obedientes a los Sacerdotes, como a Dios; y les da otros documentos admirables y divinos, discurriendo por todos los estados, y diciendo lo que en cada uno de ellos se debía hacer.
6 Otra epístola, dice Suidas, que escribió a San Dionisio Areopagita, la cual no se halla. Tuvo San Policarpo por discípulo a San Ireneo, Obispo de León, y Mártir, y Andochio presbítero, y Tirso diácono, y Félix. A estos tres envió a Francia, mereciendo en ella la corona del martirio. También fue discípulo de San Policarpo Benigno, presbítero, el cual, habiendo ido asimismo a Francia por orden de su maestro, dio su vida por Cristo en la ciudad de Dijun, en el ducado de Borgoña. Celebra la Iglesia fiesta de San Policarpo el día en que murió, que fue a los 26 de enero, en el año del Señor de 168, según Onufrio, y de 169 según el Cardenal Baronio: y fue tan celebrada la memoria de su martirio antiguamente, que se solía leer en las iglesias, como lo escribe San Gregorio Turonense, y lo advirtió el mismo Cardenal Baronio.