Tomado del Año Cristiano o Ejercicios Devotos para Todos los Días del Año. Madrid, 1780. Enero, Día 14. Página 223.
Del Sacrosanto Nombre de Jesús
Aunque en el misterio de la Circuncisión se comprende también la solemnidad del dulcísimo Nombre de Jesús, la Iglesia ha concedido a muchas Religiones, y a no pocas Iglesias particulares, que puedan celebrar fiesta singular de este Santísimo Nombre el día siguiente a la Octava de la Epifanía, que corresponde al día catorce de Enero.
La veneración que todos los Fieles profesan a un Nombre, que según el Apóstol debe siempre ser pronunciado con el más profundo respeto, pide como de justicia este culto. Hasta los mismos ingleses, que después de su lastimoso Cisma abolieron la mayor parte de las Fiestas de la Iglesia Romana, conservan aún el día de hoy en su Calendario la del Dulcísimo Nombre de Jesús.
Nombre verdaderamente Divino, que solo Dios pudo imponer al Salvador del mundo. Nombre Venerable, que hace doblar la rodilla, y humillarse a toda la grandeza de la tierra. Nombre Sacrosanto, que estremece al Infierno, y pone en fuga a los demonios. Nombre Omnipotente, en cuya virtud se han obrado los mayores, y más auténticos milagros. Nombre salutífero, de quien reciben, por decirlo así, toda su eficacia los Sacramentos de la nueva Ley. Nombre, que todo lo puede con Dios, pues solo por su respeto oye benigno, y despacha benéfico nuestras oraciones. Nombre glorioso, conducido por el celo de los Apóstoles a todos los Gentiles, a todos los Reyes de la tierra. Nombre augusto, por cuya confesión los Santos Mártires se gloriaron, y se complacieron en sufrir los más crueles tormentos. Nombre en fin incomparable, pues no hay otro debajo del Cielo, en cuya virtud podamos ser salvos. Nec enim áliud nomen est sub Coelo, in quo nos opórteat salvos fieri.
“Con razón, —dice San Bernardo—, se llama el Dulcísimo Nombre de Jesús Óleo saludable; porque verdaderamente es óleo que alumbra cuando la caridad le enciende; óleo que nutre cuando el corazón le gusta; óleo que sana cuando la devoción le aplica. Todo alimento del alma, que no esté embebido en este óleo, es seco: toda comida espiritual, que carezca de este condimento, es insípida.
No hallo gusto en los Libros, si no encuentro en ellos el Nombre de Jesús. Me fastidian las conversaciones, si el Nombre de Jesús no se repite en ellas con frecuencia. Este Nombre es miel para mi boca. No hay sonido más armonioso a mis oídos; ¿ni qué cosa puede haber más dulce para el corazón?
¿Estás triste? Pues traslada el Nombre de Jesús desde el corazón a los labios, y verás qué presto las nubes se disipan, vuelve la serenidad, y se descubre el bello día. ¿Te inducen a la desesperación los remordimientos de tu conciencia, y te estremece la espantosa vista de tus enormes pecados? Ea, pronuncia el Dulcísimo Nombre de Jesús, y verás como revive la confianza, y el tentador se pone en vergonzosa fuga. A solo el Nombre de Jesús se desarma todo el Infierno junto. Él es el que hace derramar en la oración lágrimas tan dulces. Él es el que infunde tanto aliento en los mayores peligros.
¿Quién invocó jamás este adorable Nombre, que no fuese prontamente socorrido? ¿Quién se vio nunca combatido de las pasiones más violentas, o atacado de sus más furiosos enemigos, que invocando este Dulcísimo Nombre, no hubiese conseguido una completa victoria?
Nombre de valor en los combates; Nombre de luz en los peligros; Nombre de consuelo en los trabajos; Nombre de salud a la hora de la muerte para todos los que le tienen grabado en el corazón.”
¡Qué veneración tuvieron los Santos a este augusto Nombre! San Ignacio Mártir decía de sí mismo, que le llevaba impreso en el alma. San Bernardo no acertaba a hablar de otra cosa en sus conversaciones, y era ésta la materia más frecuente de sus elogios. A San Ignacio, Fundador de la Compañía, le pareció no podía dejar a sus hijos otro nombre que los hiciese concebir más alta idea de la sublime perfección en que los empeñaba su estado, y su sagrado ministerio, que el de distinguirse con el nombre de Compañía de Jesús. Por eso esta Religión celebra el día de hoy la fiesta de este Dulcísimo Nombre, así como lo hacen también otras Iglesias, y familias Religiosas, y en la misma conformidad que lo practica toda la Iglesia de España.
¿Qué Nombre más respetable a los Ángeles, más formidable al Infierno, más venerable a los hombres, que el Sagrado nombre de Jesús? Él es nombre augusto, dicen los Padres de la Iglesia: porque no hay cosa más gloriosa para Dios, que ser Salvador de los hombres: y aun por eso compró este nombre a tanta costa, haciendo aun mucho más de lo que bastaba para merecer esta gloria. Él es un nombre que inspira alegría, y confianza; porque al mismo paso que es un soberano remedio para todas las calamidades de esta vida, es también una hermosa prenda de la felicidad eterna.
¿Qué significa el nombre de Jesús, dice San Agustín, sino Salvador? Pues sálvame tú, oh buen Jesús, aunque no sea más que por corresponder a lo que me promete tu Nombre: Quid est Iesus, nisi Salvátor? Ergo Iesu, propter temetípsum salva me: fac mibi secúndùm nomen tuum.
El sagrado Nombre de Jesús, añade el mismo Santo, es nombre delicioso, nombre dulce, nombre que inspira una amorosa confianza, nombre que asegura, y que alienta al pecador. Iesus est nomen dulce, nomen delectábile, nomen confórtans peccatôrem, & nomen bonae spet.
¡Oh, buen Dios! (exclama el mismo Padre) si yo por mi desgracia perdí el derecho de salvarme, tú, por tu misericordia conservas el título para no perderme. O bone Dómine! Si admísi unde me damnáre potes, tu non amisísti unde salváre soles.
En su mismo nombre, dice San Gregorio Niseno, lleva consigo Jesucristo la prenda más segura de su misericordia. Misericórdiae pignus nómine portat.
El Nombre de Jesús, dice San Juan Crisóstomo, es un nombre donde están contenidos todos los bienes. Nomen cóntinens omne bonum. Nombre, añade Orígenes, que acredita la Omnipotencia del que se distingue con él: Nomen Iesu, nomen Omnipoténtis.
Bendito sea para siempre este sagrado Nombre, que aplaca la ira de Dios, nos libra de su maldición, y atemoriza a los mismos demonios. Hoc nomen Dómini sit benedíctum in saecula, quod iram avértit, quod maledíctum ábstulit, quod daemones térruit.
Hombres mortales, dice San Ambrosio, en este santo Nombre tenéis con qué calmar vuestra turbación, con qué remediar vuestros males, con qué socorrer vuestras necesidades, con qué alentar vuestra fe, con qué encender vuestra caridad, con qué alimentar vuestra esperanza. Si teméis la muerte, él es la vida; si miráis al Cielo, él es el camino; si os abrasa el ardor de la calentura, él es la salud; si tenéis hambre, él es sustento; si os oprime el trabajo, él es descanso; si combatís generosamente, él es corona. No, dice San Bernardo, no es este, dulce Jesús mío, un nombre vacío, un nombre aéreo, una vana sombra de nombre, como el de otros que le han precedido: es Nombre que da todo el lleno a su significado. Non enim adinstar priórum meus iste Iesus nomen vacuum, aut inâne portat: non est in eo magni nóminis umbra, sed véritas.
Este Sagrado Nombre, añade en otra parte, le trajo el Ángel, pero no le impuso; porque siendo Salvador por su misma naturaleza, desde la eternidad tenía también este Nombre. Es, pues, Nombre innato, no impuesto por algún hombre, ni por algún Ángel. Vocátum est nomen eius: vocátum plane, non impósitum: nempè hoc ei nomen ab aetérno; à natúra própria habet ut Salvátor sit. Innátum est ei hoc nomen, non índitum ab humána, Angélicave creatûra.
En fin, no hay remedio más eficaz para apagar el fuego de la ira, para abatir la inflamación del orgullo, para extinguir el incendio de la lascivia, para mitigar la sed de la codicia, que invocar el dulce Nombre de Jesús, que tenerle incesantemente en la boca, y conservarle grabado en el corazón. Nihil ita irae ímpetum cóhibet, supérbiae tumórem sanat , extínguit libídinis flammam, sitim témperat avarítiae, quam invocátio nóminis Iesu. Serm. 2. de Circumcis.
Por lo mucho que Vos os humillasteis, exclama un gran siervo de Dios, por lo mucho que padecisteis, oh Divino Salvador mío, vuestro Padre Celestial os dio un Nombre superior a todo nombre. Quiso que os llamaseis Jesús, y que al eco de este Nombre todos doblen la rodilla en el Cielo, en la tierra, y en los abismos.
¡Oh, Espíritu Divino! sin cuya asistencia nadie puede decir, Señor Jesús,elevad mis sentidos, animad las potencias de mi alma, dadme a penetrar el misterio de este gran nombre, haced que yo guste su dulzura; que le pronuncie con frecuencia, que nunca le pronuncie sin amor, que siempre le pronuncie con confianza, y con respeto, y que reciba siempre los efectos de la gracia que puede, y debe producir en mí.
Toda vuestra vida quisisteis llevar este Santo Nombre, amable Jesús mío: en vuestra muerte quisisteis que públicamente se fijase sobre vuestra divina cabeza; y cuando estáis sentado en el Cielo a la diestra de vuestro Padre Celestial, os gloriáis de llamaros con este Nombre, y de decir, como dijisteis a vuestro Apóstol Ego sum Iesus, Yo soy Jesús. Si es tanta gloria para Vos el ser Salvador mío; ¿qué gloria será para mí el que Vos os gloriéis de serlo? Haced, Señor, que yo desee tan ardientemente salvarme, como deseáis Vos ser mi Salvador efectivamente. Haced que desee yo con tanta ansia veros, y amaros en el Cielo, como deseáis Vos verme, y coronarme en él. Hasta aquí he deseado que Vos fueseis Salvador mío, a fin de conseguir la salvación eterna, que Vos me habéis merecido: de hoy en adelante deseo esta misma salvación, solo porque Vos tengáis la gloria de haberme salvado; y así, Dios mío, yo la deseo, y yo os la pido por Vos, y por mí. A solis ortu usque ad occásum laudábile nomen Dómini. Sí, mi Dios, vuestro Santísimo Nombre merece ser alabado por todas las criaturas que hay desde el Oriente hasta el Ocaso. Por siempre sea bendito este nombre adorable, ahora, y en los siglos de los siglos. Sit nomen Dómini benedíctum ex hoc nunc, & usque in saeculum.
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