Tomado de La Leyenda de Oro para cada Día del Año – Vidas de Todos los Santos que venera la Iglesia – Madrid-Barcelona, 1844 – Tomo I, Enero, Día 24, Página 212.
San Timoteo, Obispo y Mártir
La vida del bienaventurado San Timoteo, discípulo del apóstol San Pablo, Obispo de Éfeso, y mártir de Jesucristo, colegida del Breviario romano, y de San Isidoro, y Metafraste, es de esta manera. Nació San Timoteo en Licaonia, y se crió en Listra. Su madre se llamó Eunice, y su abuela Lois: de las cuales hace mención San Pablo, como de personas muy devotas, y virtuosas. Eran judías, y su padre fue gentil. Viniendo San Pablo con San Bernabé a Listra, como se cuenta en los Hechos Apostólicos, y habiendo allí sanado a un hombre cojo, y movido mucho a la gente con este milagro; entre los otros, que entonces se convirtieron a la fe de Cristo, fue uno Timoteo, cuyos padres hospedaron a los apóstoles en su casa, y les entregaron a su hijo, mozo de buen ingenio, y bien inclinado, y blando de condición, para que le enseñasen, y cultivasen de su mano: y el apóstol San Pablo después le tomó en su compañía, y le tuvo por hijo, y discípulo amantísimo, enseñándole aquella doctrina, que él había aprendido en el tercer cielo, y llevándole consigo en sus peregrinaciones, como compañero suyo carísimo: y Timoteo con grande alegría le acompañaba, y pasaba los trabajos, y peligros, que cada día se le ofrecían, con grande esfuerzo, y espíritu del Señor, sin tener cuenta con su flaqueza, y poca edad: y así San Pablo en sus epístolas, unas veces le llama «hermano:» otras, «hijo carísimo, y fiel en el Señor:» otras, «ministro de Dios, y coadjutor suyo en el Evangelio:» y en algunas de sus epístolas pone en la salutación: «Paulo, y Timoteo, siervos de Jesucristo;» como si fuesen aquellas epístolas de ambos, y no de solo San Pablo: y finalmente dice de Timoteo, que hacía la misma obra de Dios que él, y que no tenía ninguno tan unido consigo, y de un mismo corazón: que es grande argumento de la rara virtud, y altos merecimientos de este Santo; pues aquel vaso escogido de Dios, y órgano del Espíritu Santo, le quiso tanto, y le estimó, y alabó. Mas, aunque San Timoteo fue tal, como San Pablo le pinta, no por eso se descuidaba de sí, ni se desvanecía; antes era más humilde, y más penitente. Afligía su carne, para que su espíritu fuese más vigoroso, y robusto; y padeciendo mucha flaqueza de estómago, y otras continuas enfermedades, bebía agua con tanto rigor, que fue menester, que el mismo apóstol le mandase, que bebiese un poco de vino; porque así convenía a su salud.
No solamente fue discípulo tan amado de San Pablo, y el que le siguió en muchos caminos, y le sirvió, visitando en su nombre a los fieles, y consolándolos, y animándolos con su ejemplo, y predicación; pero también fue discípulo, e hijo muy regalado del discípulo querido del Señor, San Juan Evangelista: el cual, antes que el emperador Domiciano le desterrase a la isla de Patmos, vivía en Éfeso, y de allí gobernaba todas las iglesias de Asia; y después que le desterraron, dejó en su lugar, a Timoteo, que fue Obispo de Éfeso, con grandísima santidad suya, y edificación, y aprovechamiento de toda la Iglesia del Señor: aunque no vivió muchos años en aquella silla: porque haciendo una fiesta los gentiles, en la cual enmascarados usaban de una bárbara crueldad contra los hombres, y mujeres, que topaban por las calles, dándoles muchos golpes con unos mazos, que llevaban en las manos, y matando a muchos de ellos, pensando, que con aquel sacrificio aplacaban a sus dioses; el Santo Obispo los reprendió, y procuró apartar de aquella sacrílega locura; y fue tanto, lo que se enojaron contra él, que le arrojaron, todo lo que les venía a las manos; y asiendo de él con gran crueldad, y fiereza, le arrastraron, y le dejaron por muerto. Los cristianos acudieron, y le hallaron casi boqueando, y poco después dio su espíritu al Señor; y su cuerpo fue sepultado en un lugar llamado Pion, con gran sentimiento, y devoción de los fieles, hasta que el emperador Constancio, hijo del gran Constantino, trasladó sus reliquias a un templo, que edificó en honra de los apóstoles, y el emperador Justiniano le acrecentó, y le hizo más suntuoso, y magnífico. San Ignacio en una epístola, que escribe a los de Éfeso, les dice: «Vosotros habéis conversado con Pablo, y con Juan, y con el fidelísimo Timoteo:» y en otra epístola, que escribe a los de Filadelfia, dice: que Timoteo se debía contar entre los santísimos varones, que en virginidad, y pureza, pasaron su vida.
Murió San Timoteo a los 24 de enero, en el año del Señor de 109, siendo emperador Trajano; y el mismo día celebra la Iglesia su fiesta.
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