Apariciones de la Virgen en Valenciennes, Francia
En el año 1008 se aparece
la Virgen a un eremita en Valenciennes, Francia, mientras arreciaba la peste.
La Virgen pide ayuno, oración y una procesión alrededor de la ciudad. La Virgen
se aparece de nuevo con muchos Ángeles, que colocan un cordón en torno a la
ciudad para bloquear la peste, la cual cesó inmediatamente. Muchos habitantes
fueron testigos de esta segunda Aparición y se fundó en la ciudad una
Fraternidad de ‘Notre Dame du Cordon’, que recuerda el hecho de la protección
milagrosa de la peste por parte de la Santísima Virgen María.[1]
Según la tradición, a comienzos
del siglo XI, la peste causó estragos horrorosos en la ciudad de Valenciennes.
En pocos días, el azote segó la vida de ocho mil personas. La ciudad,
consternada, ofrecía por doquiera el triste espectáculo de la muerte. Los
habitantes, hechos un mar de lágrimas, al no esperar ya nada de la tierra ni de
los hombres, acudieron a Dios y corrieron en tropel a refugiarse junto al altar
de la Madre de la Misericordia.
Vivía entonces, en aquella comarca, un ermitaño piadoso que, compadecido de la aflicción de sus paisanos, redobló las penitencias y plegarias. «¡Oh, María, Consuelo de los afligidos! —exclamó, ¿dejarás que perezca el pueblo que a Ti acude y que confía en Ti? ¿Se llegará a decir que en vano ha invocado Tu auxilio?»
El 5 de septiembre de
1008, mientras el fervoroso ermitaño rezaba esa ardiente oración, quedó de
súbito deslumbrado por el brillo de una luz más pura que la del sol. Al mismo
tiempo se le Apareció la Madre de la Misericordia con rostro bondadosísimo y le
dio esta orden:
«Ve al encuentro de Mis hijos de Valenciennes y
asegúrales que he aplacado a Mi Hijo con Mis súplicas; diles también que es Mi
deseo salga toda la gente, la noche de la víspera de Mi Natividad, y suba a las
murallas, a contemplar desde ellas la prenda de protección que quiero darles».
El piadoso ermitaño dio a
conocer la Aparición al pueblo y el 7 de septiembre, no bien se puso el sol,
los baluartes, los torreones de la ciudad y todos los promontorios se cubrieron
de gente conmovida y anhelante de contemplar la realización de las Promesas Celestiales.
No se frustró su confianza.
Muy pronto abriose el cielo como con luz del alba, se disipó la oscuridad, la
noche se volvió día esplendoroso, y Apareció una Reina, llena de majestad, con
destellos de Luz paradisíaca, como la de los cuerpos bienaventurados y más
brillante que el sol. La Reina, acompañada de una Corte de Ángeles, tenía en
las Manos un cordón o cinta con la que, en un instante, ciñó a la ciudad. No
hay palabras para expresar los sentimientos de alegría y fervor que, ante
semejante espectáculo, conmovieron a los habitantes de Valenciennes: postrados
todos en tierra, clamaron a la Virgen que les diera la bendición. La Madre Divina
los bendijo, en efecto, y los libró de aquel azote para siempre.
Se Apareció también al
ermitaño y le encargó dijera al pueblo que, en adelante, el ocho de septiembre
había de ser siempre festivo para ellos y que era Voluntad Suya se hiciera en
ese día una procesión solemne, siguiendo el itinerario marcado por el Santo Cordón.
La ciudad, representada por sus magistrados, hizo voto de celebrar anualmente
una procesión conmemorativa, que se mantuvo hasta la revolución de 1793. El
Cordón Celestial fue recogido con respeto y guardado en relicario precioso.
En la actualidad la
tradición religiosa cristiana se mantiene y se llama ‘Le tour du Saint-Cordon’,
en la que una procesión de fieles rodea el perímetro de la ciudad histórica, de
14 km de longitud, en conmemoración al Milagro de Nuestra Señora del Santo
Cordón.
[1] Fuente:
“Apariciones y Mensajes de la Virgen María, Segunda Parte, Apariciones
aprobadas por el Obispo, Apariciones masivas”, de Ángel Peña O.A.R. – Lima,
Perú, 2001.
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