Maria Simma
2. LA
HISTORIA DE MARÍA SIMMA
—Por favor, ¿podría contarme un
poco acerca de su infancia y de su adolescencia?
—En tres
ocasiones distintas quise entrar en un convento. Ya desde niña le comentaba a
mi madre que no me casaría y ella me contestaba: "Ya me lo dirás cuando
tengas veinte años". "No, mamá, no voy a cambiar mi forma de
pensar", respondía. "Es algo que siento firmemente dentro de mí.
Entraré en un convento o me iré a trabaja a algún lugar del mundo donde pueda
ayudar a otras personas".
Mi madre
siempre se preocupaba mucho por las ánimas del purgatorio y yo, ya de escolar,
también hice mucho por ellas. Más adelante, simplemente decidí ofrecerlo todo
por ellas. Así que cuando dejé el colegio pensé: "Bien, entraré en un
convento. Quizá es lo que Dios quiere de mí".
A la edad
de diecisiete años, fui al convento del Sagrado Corazón de Jesús en la ciudad
de Hall, en el Tirol. Y apenas transcurridos seis meses me dijeron
directamente: "Tienes una salud muy delicada para permanecer con
nosotras". Porque yo, a los ocho años de edad, había sufrido de pleuresía
y de neumonía y, como consecuencia, no estaba completamente desarrollada
físicamente. Al cabo del año tuve que irme, pero aun así la madre superiora me
dijo: "Estoy segura de que tienes vocación para una orden religiosa, pero
espera dos o tres años hasta que estés más fuerte y luego busca una orden menos
severa, quizá una orden de clausura". A partir de ese día me dije: "O
entro en una orden de clausura o no entro en ninguna. No; no esperaré, quiero
ir ya inmediatamente".
El
segundo convento quedaba en Thalbach, cerca de Bergenz, y pertenecía a las
Dominicas. A los ocho días solamente me dijeron: "Tu salud es muy
delicada, no te puedes quedar". Más tarde oí hablar de las Hermanas
Misioneras. "Misionar, eso es lo que quiero. Por eso los otros dos
conventos no eran los apropiados". Entonces pedí ser admitida en las
Hermanas Franciscanas en Gossau, Suiza. "Sí, puedes venir", me
respondieron. Tuve que contarles que ya había estado en otros dos conventos y
que en ambos me habían pedido que lo dejara. Como consecuencia, siempre me
daban las tareas más duras y las otras novicias me preguntaban: "¿Por qué
haces todo eso sola? Nosotras no podríamos". "Observad, el Señor me
ayudará. No importa, haré todo lo que me pidan". Y un día me dijeron:
"Hoy puedes quedarte aquí y hacer algo más sencillo". Entonces pensé:
"Esto significa que o debo irme o que han visto que soy apta". Pero
cuando la encargada de las novicias bajó las escaleras, me miró con tanta
tristeza que lo supe inmediatamente: "Sí, me tengo que ir a casa". Se
acercó y me dijo: "Debo decirte algo". "Sí, lo sé, debo irme
otra vez, ¿no es cierto?". "¿Quién te lo ha dicho?". "Lo
veo en su rostro". "Sí, estás demasiado débil para ser una de
nosotras". Entonces tomé una decisión: "Si no puedo quedarme aquí, no
entraré en ningún convento. No debe ser voluntad de Dios". Y debo decir
que desde ese momento mi alma sufrió mucho. Me volví impaciente y le dije a
Dios: "Oye, Dios, tú tendrás las culpa si no hago tu voluntad". Lo
que yo no sabía era que no debemos exigirle milagros. Todavía era joven. A
menudo pensaba que Dios estaba tratando de mostrarme lo que Él quería de mí
pero que yo no podía entender qué era. Esperaba encontrar una nota escrita a
mano, escondida debajo de un montón de heno.
—María, usted ha dicho que su
madre se tomaba muy en serio a las ánimas del purgatorio. ¿Quiénes son esas
ánimas y qué significa que se las tomaba en serio?
—Estas
ánimas son las almas de las personas ya fallecidas que no han alcanzado el
Paraíso; son almas que aún se encuentran en el Purgatorio. En otros países se
las conoce como "Benditas Almas" o "Almas Elegidas" y esos
términos son, bíblicamente, más correctos que el de "Pobres Almas"[6].
Aunque, por otro lado, "pobre" también está bien porque dependen en
un ciento por ciento de nosotros, y los pobres dependen verdaderamente de los
demás.
Mi madre
rogaba mucho por ellas y realizaba muchos actos caritativos, siempre las tuvo
cerca de su corazón. Siempre nos decía a nosotros, sus hijos, que si alguna vez
necesitábamos algún tipo de ayuda, que se la pidiéramos a las almas porque son
nuestros ayudantes más agradecidos. Mi madre también era muy devota del padre
Vianney, el Santo Cura de Ars, y frecuentemente hacía peregrinaciones a Ars.
Hoy tengo casi la certeza de que mi madre también debió haber experimentado a
las almas de alguna u otra manera, pero nunca nos lo reveló a los pequeños.
En 1940,
cuando comenzaron estas experiencias, rápidamente comprendí que esto era lo que
Dios quería de mí. La primera alma vino a visitarme cuando yo tenía veinticinco
años. El Señor me hizo esperar hasta entonces.
—Dice que el alma de un difunto
vino a usted. ¿Intenta decirme que entró en su cuarto a visitarla?
—Así es;
y todavía lo hacen hoy en día. Desde 1940, cuando comenzó, hasta 1953 solamente
venían dos o tres almas cada año y la mayoría a lo largo del mes de noviembre.
En ese entonces trabajaba en casa o con niños; también como empleada doméstica
en una granja en Alemania, y luego aquí en un pueblo vecino. Durante el año
mariano de 1954 me visitó un alma cada noche. Y en cuanto a lo que se refiere a
mi salud, debo admitir y agradecer a Dios que mejorara con este trabajo. En
ocasiones, cuando tengo que hacer muchas cosas, mi salud recae un poco; pero,
en general he gozado de buena salud. ¡Cuántas veces le he agradecido que no me
dejara entrar en una orden religiosa! Dios siempre nos da lo que necesitamos
para hacer su voluntad.
Desde
hace muchos años salgo y doy conferencias. Una mujer alemana las organiza y me
lleva en coche hasta cada lugar. Me llama y me dice: "¿Este día o este
otro puedes ir a este pueblo o a este otro pueblo?". Ya la primera vez que
fui invitada me encontré con dos compromisos y no pude ir porque tenía un invitado
de visita. En la mayoría de los casos, mis conferencias son bien recibidas,
pero tengo que aguantar a algunos sacerdotes más jóvenes y modernos. Los
creyentes más mayores, y en su mayoría los sacerdotes de cierta edad, no
rechazan lo que cuento.
—¿Por qué cree que le ha pasado
esto a usted?
—No puedo
saberlo exactamente. Como le he dicho, siempre he querido ofrecer mi vida a
Dios y, por lo tanto, la oración se ha convertido en algo muy importante para
mí. He rezado mucho y he ofrecido muchas cosas por las benditas ánimas del
purgatorio. Además, también he hecho un voto a Nuestra Señora para ser un alma
sufriente, especialmente por ellas. Sí, eso puede que haya tenido algo que ver.
—¿Me puede decir qué grado de
formación académica tiene usted?
—Terminé
la escuela pública primaria. En esos años, solo era obligatoria por ley la
escuela primaria, y nosotros éramos pobres.
—Entonces, ¿a qué edad fue por
última vez a una escuela?
—Déjeme
ver. Tenía once años; no, doce. Sí, ahora lo recuerdo; tenía doce años cuando
dejé el colegio definitivamente.
—¿Cuántos niños había en su
familia?
—Yo era
la segunda de ocho hermanos y ciertamente no podíamos permitirnos más que la
primaria. Recuerdo que el almuerzo y la cena normalmente consistían solamente en
sopa y pan.
—Le pregunto acerca de su
formación académica porque pienso que es importante para poder hacerme una
mejor idea de sus respuestas. Para evaluar si provienen de lo que le dicen las
almas que la visitan, es decir, del más allá, o si son sus propias opiniones
que se ha formado con lo que ha estudiado y con lo que ha vivido y, obviamente,
de la influencia de las personas con las que se relaciona. ¿Puede decirme de
dónde vienen sus respuestas?
—Sí, lo
entiendo. Toda mi vida gira alrededor de esta experiencia, pero su interés es
válido. Si digo: "las almas del Purgatorio han dicho...", entonces es
claro. Si no comienzo de esa forma puede pensar que es mi opinión. Pero, por
favor, ayúdeme y pregúnteme si no está seguro del todo. Puede ser que en ocasiones
no comience de esa forma, porque me reúno con las almas aproximadamente tres
veces por semana en estos días; y ellas son las "personas", se podría
decir, con las que me relaciono con más frecuencia. No hay prácticamente una
persona viva con la que pase tanto tiempo seguido durante la semana, excepto
quizá con unos pocos vecinos, con los que veo en la iglesia y con el sacerdote.
Vivo sola aquí arriba y la mayoría de los que vienen con nombres, preguntas o
en busca de oraciones u otra ayuda, generalmente llagan de muy lejos.
—Entonces entiendo que debido a
su educación relativamente escasa y a su vida humilde, simple y recluida aquí
arriba, lo que me diga se basa, en su mayor parte, en lo que estas almas que la
visitan le han contado, ¿verdad?
— Exactamente,
así puede entenderlo.
"¡Sáquennos de aquí!" |
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[6] En inglés, a las almas que se encuentran en el purgatorio se les llama "Poor Souls" que, traducido literalmente, significaría Pobres Almas. En español, se les llama "Benditas ánimas del purgatorio" o "Benditas almas del purgatorio" indistintamente (N. del T.)
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