Apariciones de la Virgen de Lourdes
Se llama ‘Mensaje de Lourdes’ a los gestos y
palabras que intercambiaron la Santísima Virgen y Bernardita, en la Gruta de
Massabielle, Lourdes, Francia, durante las 18 Apariciones, desde el 11 de Febrero al 16 de Julio
de 1858.
Jueves, 11 de
Febrero de 1858
Primera
Aparición de la Virgen:
El Encuentro.
Aquel jueves, 11 de Febrero, se había terminado la leña en la casa
y Bernardita se ofreció para ir a recogerla cuesta abajo, a la vera del torrente
Gave, con su hermana Toinette y Juana Abadie, a quien llamaban Baloum.
Las tres niñas descendieron hasta la gruta de Masse-Vieille o ‘Piedra Vieja’. En
tiempos de Bernardita, esa gruta era un lugar sucio, oscuro, húmedo y frío. La
llamaban «el cubil de los cerdos», porque allí iban a resguardarse los cerdos
que pastaban en los alrededores.
Según su relato, Bernardita oyó un fuerte rumor de viento. ¡Qué
es esto!, —se decía—. Sin embargo, las hojas de los árboles estaban inmóviles.
El ruido del viento empezó de nuevo y más fuerte en la gruta. Bernardita notó
entonces que sólo un arbusto que estaba en la gruta se movía con el viento,
mientras los demás permanecían inmóviles. Y ahí, desde el fondo de la gruta,
emergió una nube dorada e inmediatamente una maravillosa Aparición se destacaba
delante de ella, deteniéndose sobre el arbusto de rosas silvestres que estaba a
la entrada de la gruta. En este mismo momento empezaron a sonar las campanas de
la Iglesia parroquial y se oyó el canto del Ángelus.
Así narró Bernardita la Primera Aparición:
‘En la abertura de una roca, llamada cueva de Masse-Vieille,
vi a una ‘Joven’. Creyendo engañarme, me restregué los ojos; pero alzándolos,
vi de nuevo a la Joven, que me sonreía y me hacía señas de que me acercase. La
Mujer vestía túnica blanca con un velo que Le cubría la Cabeza y llegaba hasta
los Pies, sobre cada uno de los cuales tenía una rosa amarilla, del mismo color
que las cuentas de Su Rosario. El ceñidor de la túnica era azul. (...) Tuve
miedo. Después vi que la Joven seguía sonriendo. Eché mano al bolsillo para
coger el Rosario que siempre llevo conmigo y se me cayó al suelo. Me temblaba
la mano. Me arrodillé. Vi que la Joven se santiguaba... Hice la Señal de la Cruz
y recé con la Joven... Mientras yo rezaba, Ella iba pasando las cuentas del
Rosario (...) Terminado el Rosario, me sonrió otra vez. (...) Aquella Señora no
me habló hasta la tercera vez.’
Cuando las
otras dos niñas volvieron a la gruta vieron a Bernardita de rodillas. Se rieron
de ella, le dijeron que estaba loca, mientras le preguntaban si volvería con
ellas o se quedaría allí. Bernardita preguntó a las otras niñas si habían visto
algo en la gruta y al responderle éstas que no, les contó su experiencia y les
pidió silencio. Pero la hermana de Bernardita se lo contó a su mamá. La madre
no le creyó y ordenó a Bernardita que se dejase de imaginaciones y que le
estaba prohibido regresar a la gruta. Esa noche, mientras rezaban el Rosario en
familia, Bernardita rompió en llanto, repitiendo su invocación favorita: “¡Oh, María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que acudimos a
Vos!”
La ‘Joven’, a quien
Bernardita comenzó llamando ‘Aquella’
y después ‘Señora’, se le
presentaría dieciocho veces.
Domingo,
14 de Febrero de 1858
Segunda
Aparición de la Virgen: Usa el
Agua Bendita.
El día 14 de Febrero, las niñas insistieron en que les dieran permiso
para regresar a la gruta. Todos pensaban que lo que le había pasado a
Bernardita era un engaño del demonio, y entonces le dijeron que fuera a la
gruta y rociara agua bendita. Así huiría el demonio y se quedarían tranquilos.
Cuando llegaron a la gruta, Bernardita les pidió que se arrodillaran a rezar
el Rosario. Apareció de nuevo la Virgen. El rostro de
Bernardita se transfiguró. Ésta tiró el agua bendita y dijo: “Si vienes de parte
de Dios, acércate a nosotras.” El agua bendita llegó hasta los Pies de la
Virgen, quien sonriendo con más dulzura se acercó a Bernardita. Tomó el Rosario
y se persignó con él. Empezaron ambas a rezarlo.
Bernardita
estaba como muerta, su mirada extasiada fija en la gruta, tan así que las otras
niñas empezaron a llorar ruidosamente. Esto atrajo a dos mujeres del cercano
molino Savy. Cuando vieron a Bernardita en éxtasis trataron de moverla, de
interrumpir su visión, pero nada de esto fue posible. Entonces, una de ellas
fue a buscar a su hijo Antonio, un joven de 28 años. Él se quedó maravillado de
lo que vio: el rostro de Bernardita era una visión celestial, no se sintió
digno siquiera de tocarla. Obligado por su madre, Antonio tomó a Bernardita en
sus brazos y la llevó hacia el molino Savy. En todo momento ella mantuvo sus
ojos clavados en un punto por encima de su rostro. Al llegar al molino
Bernardita volvió lentamente en sí, dejando el éxtasis.
Cuando
su madre llegó al molino estaba furiosa, y si no castigó a su hija fue porque
las señoras y Antonio la reprendieron. ¡Como se atrevía a enojarse con alguien
que era más un ángel que una niña! Al atardecer ya toda la población comentaba
las maravillas que ocurrían en la gruta de Lourdes, pero a los comentarios se
unían las burlas, desprecios e insultos.
Jueves,
18 de Febrero de 1858
Tercera
Aparición de la Virgen: La Señora
le dice que no le promete la felicidad de este mundo, sino la del otro.
Luego de
muchas discusiones e intentos de vencer su moral y convicción interior, los
padres de Bernardita empezaron a creerle, ya que ella jamás había mentido antes
y se caracterizaba por su obediencia. Además, los convenció la naturalidad con
que ella exponía los eventos y sus más pequeños pormenores.
El 18 de Febrero
una señora y una religiosa deseaban acompañar a Bernardita a la gruta. Fueron
con ella primero, a la Santa Misa de las 5:30 a.m. y de allí se dirigieron a
Massabielle. Bernardita caminaba tan rápido que parecía como si una fuerza
superior la empujase hacia allá. Se arrodilló y empezó el rezo del Rosario,
lanzó un grito de júbilo al ver al fondo de la gruta a la Señora. Le preguntó
si se podían quedar sus dos acompañantes y la Virgen dijo que sí. Ellas también
se arrodillaron y se pusieron a rezar mientras encendían una vela bendita.
A pedido de
una de las señoras, Bernardita le pasó un papel a la Virgen pidiéndole que
escribiera cualquier cosa que deseaba comunicarle. Bernardita también Le preguntó Su Nombre. La Señora no se lo
dijo de momento, pero le propuso una cita diaria durante quince días.
La Virgen le
dijo:
“Lo que tengo que decirle, no es necesario
escribirlo. ¿Quiere usted hacerme el favor de
venir aquí durante quince días?”
Bernardita
queda desconcertada. Fue la primera vez que alguien me trató de usted, —dirá luego—. Y explicará esta expresión
añadiendo: “Me miraba como una persona mira a otra persona.”
Bernardita le
prometió ir por quince días y la Virgen le respondió:
“Yo no le prometo la felicidad de
este mundo, sino la del otro.”
Viernes,
19 de Febrero de 1858
Cuarta
Aparición de la Virgen: Las
Velas delante de la Gruta.
El rumor de
las Apariciones se esparció rápidamente y una gran multitud acudió a la gruta a
partir de entonces.
El 19 de Febrero, llegó
Bernardita a la gruta acompañada de sus padres y un centenar de personas. A
partir de este día, iba a todas las Apariciones con una vela encendida. Al final de la Aparición, Bernardita se dirigió
hasta el fondo de la gruta y allí dejó la vela encendida, apoyándola en la
roca. Esta vela quizás en un momento fue la única; ahora son millones las que
arden constantemente ante la imagen de la Virgen.
Sábado,
20 de Febrero de 1858
Quinta
Aparición de la Virgen: La
Oración Personal.
Alrededor de
500 personas la acompañaban. La
Señora y Bernardita se hablaban en confidencia. La Virgen le
enseñó una oración que le hacía repetir, pero que no quiso que la diera a
conocer. Al terminar la Aparición, una gran tristeza invade a Bernardita.
Domingo,
21 de Febrero de 1858
Sexta
Aparición de la Virgen: El
Comisario de Policía interroga por largo rato a Bernardita.
Por la mañana temprano, la Señora
se presenta a Bernardita, a la que acompañan un centenar de personas. Después
es interrogada por el comisario de policía Jacomet, que quiere que diga lo que
ha visto. Bernardita no habla más que de “AQUELLA”.
Esta niña de sólo 14 años en
1858, tuvo que ser sabia, firme, extraordinariamente valiente y saber discernir, para poder enfrentarse con las personas que trataban de
disuadirla, entre ellas sacerdotes, obispos, jefes de la policía, procuradores,
etc. Sus interrogatorios serían de largas horas, algunas veces días enteros; y sus interrogadores trataban de
engañarla para que contradijera sus declaraciones. Pero ella se mantenía
alerta, en guardia, sabiendo que ellos no querían la verdad, sino probar que lo
había inventado todo.
Uno de los
principales médicos de Lourdes se dedicó a estudiarla, observarla y examinarla.
Éste llegó a la conclusión que en Bernardita no había ningún signo de
alucinación, histeria o escape de la realidad. Dijo así: “Aquí hay un hecho
extraordinario, totalmente desconocido a la ciencia y a la medicina.”
Sin embargo,
las persecuciones no terminaron; la policía continuó tratándola indignamente.
El Párroco de Lourdes la defendió enérgicamente, pero manteniendo una actitud
cauta respecto de la Aparición. De hecho, no acudía a la gruta como las
multitudes del pueblo y de la región sí lo hacían. En todo este proceso
Bernardita se mantuvo firme pero con humildad, nunca tomando una posición
defensiva, ni de ataque contra nadie.
Lunes,
22 de Febrero de 1858
Séptimo
Día:
La Virgen no
se le apareció. Todos se burlaban de Bernardita. Ella lloraba pensando que
quizás había cometido alguna falta y que por eso la Virgen no se le había
aparecido. Pero tenía la firme esperanza de volver a verla.
Una de las
cosas que más sorprendía a la gente era ver a una humilde y sencilla
pastorcita, carente de adecuada educación, saludar con gracia y dignidad a la
Virgen al concluir la Aparición. Le preguntaron una vez: “Dime, ¿quién te ha
enseñado a hacer tan graciosos saludos?” “Nadie, —contestó—, no sé como habré
saludado, trato de hacerlo como lo hace la Visión y Ella me saluda de este modo
cuando se marcha.”
Martes,
23 de Febrero de 1858
Séptima
Aparición de la Virgen: La
Vidente revelará que le ha sido confiado un 'Secreto' todo para ella.
Rodeada por
unas ciento cincuenta personas, Bernardita se dirige hacia la Gruta. La Virgen
le da a Bernardita un secreto que sólo a ella le concierne y que no puede
revelar a nadie. Dos lagrimones humedecieron sus mejillas.
Miércoles,
24 de Febrero de 1858
Octava
Aparición de la Virgen: ¡Penitencia!
¡Penitencia! ¡Penitencia!
Hubo un
momento en que la Aparición parecía hacerse hacia atrás, y como hundirse en el
interior de la roca. Para no perderla de vista, Bernardita fue acercándose de
rodillas. Observó que la Virgen se había puesto triste.
Le preguntaron a Bernardita si la Señora le había hablado,
si le había dicho alguna cosa.
Y —según
Bernardita—, Aquella dijo:
“¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia! Rezad por
los pecadores.”
Le hizo
repetir estas palabras y Bernardita lo hacía mientras se arrastraba de rodillas
hasta el fondo de la gruta. Ahí le reveló un secreto personal y después
desapareció. Bernardita por humildad no
relató todo los detalles, pero los testigos contaron que también se le vio
besar la tierra a intervalos.
La Virgen le
había dicho:
“Rogará por los pecadores... besará la tierra por
la conversión de los pecadores.”
Como la Visión
retrocedía, Bernardita la seguía de rodillas besando la tierra. Bernardita se
volvió hacia los asistentes y les hacía señas de: “Ustedes también besen la tierra.” Desde entonces, le fue
encomendada a Bernardita la penitencia por los pecadores. Un día la Virgen la
mandó a subir y bajar varias veces la gruta de rodillas, la Virgen tenía la
cara llena de tristeza. “La Virgen me lo
ha mandado por mí y por los demás”, —dijo ella—.
Jueves,
25 de Febrero de 1858
Novena
Aparición de la Virgen: La
Fuente Milagrosa
Trescientas personas están allí presentes. Bernardita cuenta:
“Hija
Mía, —le dijo en la Visión—, quiero confiarle el último secreto; igual
que los otros dos, no los revelará a ninguna persona de este mundo.”
“Y
ahora —le dijo la Virgen, después de un momento de
silencio— vaya
a beber y a lavarse los pies a la fuente, y coma de la hierba que hay allí.” Y
le señaló hacia el fondo.
Bernardita va al fondo de la gruta,
cuando estuvo cerca de la roca, buscó con la vista la fuente; no encontrándola
y queriendo obedecer, miró a la Virgen.
A
una nueva señal de Ella, Bernardita se inclinó y escarbando la tierra con la
mano, pudo hacer en ella un hueco. De repente, se humedeció el fondo de aquella
pequeña cavidad y viniendo de profundidades desconocidas a través de las rocas,
comienza a brotar el agua, primero sucia, después
clara y limpia que pronto llenó el hueco.
Mezclada con la tierra cenagosa, Bernardita la acerco tres veces a sus
labios, no resolviéndose a beberla. Pero venciendo su natural repugnancia al
agua sucia, bebió de la misma y se mojó también la cara.
Todos empezaron a burlarse de ella y a decir, que ahora sí se había
vuelto loca. Bernardita sólo contesta: “ES POR LOS PECADORES.” Pero, con
su débil mano Bernardita acababa de abrir, sin saberlo, un manantial de agua milagrosa que ha
sanado a miles de personas desde aquella fecha hasta nuestros días. Es
un agua virgen, muy pura, que tiene la peculiaridad que ninguna bacteria
sobrevive en ella. (Simboliza la Inmaculada Concepción, en cuyo Ser nunca hubo
mancha de pecado original ni personal).
Viernes, 26 de Febrero de 1858.
El agua milagrosa obró el 1º Milagro.
Había en Lourdes un pobre obrero de las canteras, llamado Bourriette,
quien veinte años antes había tenido el ojo izquierdo horriblemente mutilado
por la explosión de una mina. Era un hombre muy honrado y muy cristiano. Mandó
a la hija a buscarle agua a la nueva fuente y se puso a orar, aunque estaba un
poco sucia, se froto el ojo con ella. Comenzó a gritar de alegría… Las negras
tinieblas habían desaparecido; no le quedaba más que una ligera nubecilla, que
fue desapareciendo al seguir lavándose.
Los médicos habían dicho que él jamás se curaría. Al examinarlo de nuevo
no quedó más remedio que llamarle a lo sucedido por su nombre: Milagro. Y lo más
grande era que el milagro había dejado las cicatrices y las lesiones profundas
de la herida, pero había devuelto aun así la vista. Muchos milagros siguen
sucediendo en Lourdes.
Sábado,
27 de Febrero de 1858
Décima
Aparición de la Virgen: La
niña bebe del Agua y hace gestos de penitencia.
Hay allí ese día ochocientas
personas. La Aparición permanece silenciosa. Bernardita bebe agua del manantial
y hace los gestos habituales de penitencia.
Durante las siete primeras Apariciones, Bernardita aparecía con
rostro radiante de felicidad y de luz. Pero, entre la octava y la duodécima
Aparición, todo cambia: La cara de Bernardita se vuelve dura, triste, dolorosa
y sobre todo realiza gestos incomprensibles.
Va de rodillas hasta el fondo de la Gruta. Besa el suelo, sucio y
asqueroso, de la gruta. Come hierbas amargas. Escarba en el suelo y, por tres
veces, intenta beber agua fangosa. Se embadurna la cara con esa misma agua
embarrada. Luego mira a la gente y abre los brazos. Todos dicen al verla: “Está loca”.
Bernardita repetirá los mismos gestos durante cuatro Apariciones.
¿Qué significa eso? ¡Nadie lo entendió! Con todo, estamos en el centro del ‘Mensaje de Lourdes’. Estos gestos
son, en efecto, gestos bíblicos. Porque la ‘Señora’ se lo pide.
Domingo,
28 de Febrero de 1858
Décima
Primera Aparición de la Virgen: El
juez la amenaza con meterla en la cárcel si continúa yendo a la gruta.
Más de mil personas asisten al éxtasis. Bernardita reza, besa la
tierra y se arrastra de rodillas en señal de penitencia. Las autoridades
civiles tomaron carta en el asunto. El comisario llegó a recogerla para hacerle
un largo examen. A continuación se la llevan a casa del
juez Ribes, que la amenaza con meterla en la cárcel si continuaba
yendo a la Gruta.
Mientras, las autoridades acusaban a la pequeña joven de
perturbar el orden público y la amenazaban con la cárcel. La niña mantuvo una
consistente actitud de calma durante los interrogatorios, sin cambiar su
historia ni su actitud, ni pretender tener un conocimiento más allá de lo dicho
respecto de la visión descrita. Las opiniones de los vecinos de Lourdes estaban
divididas. Aquellos vecinos que creían que Bernardita decía la verdad, asumían
que la Mujer que se le aparecía era la Virgen María. Sin embargo, Bernardita
nunca sostuvo en ese tiempo ‘haber visto a la Virgen’, y continuó usando el
término ‘Aquella’.
Llegaría un tiempo donde sus
cualidades, su fuerza interior, su rapidez al contestar, todas usadas para
defender las Apariciones de la Virgen, se usarían en su contra. Aquellos que la apoyaban sabían entender sus grandes virtudes,
pero para los que la criticaban eran sus grandes defectos. A su fortaleza
interna le llamaban terquedad; a su rapidez en responder le llamaban insolencia.
Lunes,
1 de Marzo de 1858
Décima
Segunda Aparición de la Virgen: 2º Milagro.
Bendición del Rosario. Se han congregado más de mil quinientas
personas y entre ellas, por primera vez, un Sacerdote. Durante la noche,
Catalina Latapie, una amiga de Lourdes, acude a la Gruta, moja su brazo
dislocado en el agua del manantial y el brazo y la mano recuperan su agilidad.
Martes,
2 de Marzo de 1858
Décima
Tercera Aparición de la Virgen: Mensaje
a los Sacerdotes
La muchedumbre aumenta cada vez
más. La ‘Señora’ pidió dos cosas a
Bernardita: Que se hicieran procesiones a la gruta y se construyera allí mismo
una Capilla en Su honor. María le dice:
“Y ahora, hija Mía,
ve a decir a los Sacerdotes que se construya aquí una Capilla
y que se venga en procesión.”
Acompañada por dos de sus tías, Bernardita acudió al párroco,
Padre Dominique Peyramale, con el pedido. El Sacerdote era un hombre
inteligente, pero que descreía de visiones y milagros. “Edificar una capilla... pero, ¿en honor de quién?” —preguntaron los
prelados, a quienes Bernardita refirió el coloquio.
Uno de los
párrocos le dijo: “Puedes comprender, que
yo no puedo bastarme de tu solo testimonio. Di a esa gran Señora que se dé a
conocer; si es la Virgen, que lo manifieste mediante un gran milagro. ¿No dices
que se te aparece encima de un rosal silvestre? Entonces, dile de mi parte, que
si quiere un Santuario, que haga florecer el rosal.”
El Sacerdote
se mostraba firme y distante en su actitud exterior, pero luego confesó que en
su interior sentía una gran emoción y amor al escuchar los relatos de la
pequeña niña. Su responsabilidad como pastor lo obligaba a ser cauto y
conservador.
Miércoles,
3 de Marzo de 1858
Décima
Cuarta Aparición de la Virgen: La
respuesta fue una sonrisa.
A las siete de la mañana, cuando ya hay allí tres mil personas,
Bernardita se encamina hacia la Gruta; pero ¡la Visión no aparece! Al salir del
colegio, siente la llamada interior de la Señora y acude a la Gruta.
Toda la gente quiso saber qué pasaría con el encargo del Párroco, y si
la Virgen haría el milagro del rosal. Bernardita como siempre llegó a la Gruta
y se arrodilló, sin poner atención en absoluto a la gente que iba por
curiosidad.
Bernardita
le contó a la Virgen lo que el Sacerdote le volvió a decir: “Si de verdad la Señora quiere una capilla,
que diga su nombre y haga florecer el rosal de la Gruta.” La Virgen sólo
sonrió, sin decir una palabra.
Jueves,
4 de Marzo de 1858
Décima
Quinta Aparición de la Virgen: 3º
Milagro.
El gentío cada vez más numeroso (alrededor de ocho mil personas)
está esperando un Milagro al finalizar estos quince días. La visión permanece
silenciosa.
Siguiendo su costumbre, Bernardita, antes de dirigirse a la Gruta,
asistió a la Santa Misa. Al final de la Aparición, tuvo una gran tristeza, la
tristeza de la separación. ¿Volvería a ver a la Virgen?
La Virgen siempre generosa, no quiso que terminara el día sin una
manifestación de Su Bondad: Un gran Milagro, un Milagro Maternal, coronación de
la quincena de Apariciones.
Un niño de dos años estaba ya agonizando, se llamaba Justino. Desde que
nació tuvo una fiebre que iba poco a poco desmoronando su vida. Sus padres, ese
día, lo creían muerto. La Madre en su desesperación lo tomó y lo llevó a la
fuente. El niño no daba señales de vida. La madre lo metió 15 minutos en el
agua que estaba muy fría. Al llegar a la casa, notó que se oía con normalidad
la respiración del niño. Al día siguiente, Justino se despertó con tez fresca y
viva, sus ojos llenos de vida, pidiendo comida y sus piernas fortalecidas. Este
hecho conmocionó a toda la comarca y pronto a toda Francia y Europa; tres
médicos de gran fama certificaron el milagro, llamándolo de primer orden.
Entonces, el gobernador de Tarbes, ciudad a la que pertenecía Lourdes,
reunió a todos los alcaldes de la zona para dar instrucciones precisas de
prohibir de inmediato la asistencia a la Gruta de todo ciudadano. Todo fue en
vano, cada día acudían más peregrinos de todas partes.
No obstante las persecuciones, las burlas y las injurias, Bernardita
continuaba visitando la Gruta. Iba a rezar el Rosario con los peregrinos. Pero
la dulce Visión no aparecía. Ella ya estaba resignada a no volver a ver a la
Virgen.
Ese día, 4 de Marzo, Bernardita fue de nuevo a ver al párroco de Lourdes, recordándole la petición
de la Virgen de levantar un Santuario en el lugar de las Apariciones. El
párroco le contestó que era obra del Obispo, quien ya estaba enterado de la
petición y sería el encargado de poner por obra el deseo celestial de la
Visión.
Jueves,
25 de Marzo de 1858
Décima
Sexta Aparición de la Virgen: ¡YO
SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN!
El 25 de Marzo, día de la Anunciación, Bernardita se sintió fuertemente movida a ir a
la Gruta; muy contenta obedeció ese llamado en su corazón, y se fue
inmediatamente hacia allá. Como era una fecha solemne, los peregrinos tenían la esperanza de que la
Virgen se aparecería y cuando llego Bernardita se asombró de la cantidad de
personas que encontró. Bernardita va a la
Gruta, con la intención de pedirle a la ‘Señora’ que le diga Su Nombre, siguiendo
la iniciativa del Padre Peyramale, párroco de Lourdes,
Sus
palabras para describir la Aparición del 25 de Marzo son:
“Ella me repitió varias veces que
debía decir a los Sacerdotes que allí se debía construir una capilla e ir a la
fuente para lavarme y que debía rezar por la conversión de los pecadores.
Durante estos quince días me ha dado tres secretos que me ha prohibido que
diga. He sido fiel hasta ahora. Después de quince días le he preguntado de
nuevo Quién era. Sonreía siempre. En fin osé una cuarta vez. Entonces, con los
Brazos abiertos, alzó la Mirada hacia el Cielo, después me dijo, juntando las Manos
a la altura del Pecho, que era la Inmaculada
Concepción. Son las últimas Palabras que me ha dirigido. Tenía los ojos azules...”
Y
desapareció, dejando en Bernardita esta Imagen y ese Nombre, que oía por
primera vez.
La revelación sucedió después de más de una hora, durante la cual
tuvo lugar el segundo de los llamados ‘Milagros del cirio’. Bernardita sostenía
un cirio encendido. Durante la visión, el cirio se consumió y la flama habría
entrado en contacto directo con su piel por más de quince minutos, sin que
produjera en ella ningún signo de dolor o daño tisular. Fueron testigos de ello
numerosas personas presentes, entre ellas el médico de la ciudad, Dr. Pierre
Romaine Dozous, quien tomó el tiempo y posteriormente lo documentó.
Mientras
Bernardita se dirigía a la casa parroquial, para contarle al Padre Peyramale, —párroco de Lourdes—, ya que éste le
había dado el encargo de preguntar a la Visión cómo se llamaba, iba ella por
todo el camino repitiendo: ‘Inmaculada Concepción’; esas palabras tan
misteriosas y difíciles para una niña analfabeta.
Cuando el párroco oyó el relato de Bernardita, quedó asombrado. ¿Cómo
podía una niña sin ninguna instrucción religiosa saber el Dogma que sólo unos
cuatro años antes había la Iglesia promulgado? En 1854, el Papa Pío IX había
definido el Dogma de la Inmaculada Concepción, que
sostiene la creencia de que la Virgen María, Madre de Jesús, a diferencia de
todos los demás seres humanos, fue preservada inmune de toda mancha de culpa
original desde el primer instante de Su Concepción, por singular Privilegio y Gracia
del Señor Dios y en atención a los Méritos de Cristo-Jesús.
Bernardita refirió la revelación de la identidad de ‘Aquella’ al Clero, y también al
abate Pène, al abate Serres, al abate Pomian… Se sucedieron interrogatorios
permanentes e incisivos de parte de diferentes autoridades civiles francesas y
autoridades eclesiásticas de la Iglesia Católica. En efecto, Bernardita no
sabía leer ni escribir, como la mayoría de su pueblo, y no quedaba dudas acerca
de su capacidad para haber leído o inventado semejantes palabras.
Lunes,
5 de Abril de 1858
Décima
Séptima Aparición de la Virgen: El
Milagro del Cirio: Ninguna señal de quemadura.
El 5 de Abril,
lunes de Pascua Bernardita volvió a la Gruta, rodeada de una verdadera multitud
de personas que oraban con ella. Arrodillada como era su costumbre, tenía en la
mano izquierda la vela encendida que le acompañaba en todas las ocasiones y la
apoyaba en el suelo. Absorta en la contemplación de la Reina de los Cielos, y
más sabiendo ahora con seguridad que era la Virgen Santísima, levantó sus manos
y las dejó caer un poco, sin percatarse que las tenía sobre el extremo de la
vela encendida.
Entonces la
llama comenzó a pasar entre sus dedos y a elevarse por encima de ellos,
oscilando de un lado para el otro, según fuera el leve soplo del viento. Los
que estaban ahí gritaban: “Se quema.” Pero ella permanecía inmóvil. Un médico
que estaba cerca de Bernardita sacó el reloj y comprobó que por más de un
cuarto de hora la mano estuvo en medio de la llama, sin hacer ella ningún
movimiento. Todos gritaban: ¡Milagro!
El médico
comprobó que la mano de Bernardita estaba ilesa. Después que terminó la
Aparición: Uno de los espectadores aproximó a la mano de Bernardita la llama de
la misma vela encendida, y ella exclamó: “¡Oh!
¿qué quiere usted, quemarme?”
Jueves,
16 de Julio de 1858
Décima
Octava y Última Aparición de la Virgen: ¡Jamás
la había visto tan Bella!
Fue el día 16
de Julio de 1858, día de la Virgen del Carmen. Bernardita, que llevó el Escapulario
del Carmen toda su vida, se siente de nuevo movida a ir a la Gruta, que está
cercada, vigilada y prohibida por las autoridades locales. Se dirige, pues, al
otro lado del Gave, enfrente de la Gruta. Va acompañada de su tía Basile y unas
vecinas. Bajan por praderas contiguas a la Gruta, siendo acompañadas por una
multitud que al verla no dudó del llamado de María. Se arrodillaron lo más
cerca posible de la Gruta pero sin poder llegar a ella.
Bernardita
recibe la última visita de la Virgen y diría luego: “Me
parecía que estaba delante de la Gruta, a la misma distancia que las otras
veces, no veía más que a la Virgen. ¡Jamás la había visto tan Bella!”
Bernardita
había cumplido su misión, con gran amor y valentía ante todos los sufrimientos
que tuvo que sobrellevar y ante todos los obstáculos que el enemigo puso en su
camino. Su confesor dijo repetidamente: “La
mejor prueba de las Apariciones es Bernardita misma, su vida.”
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