Reparación y Desagravio por Sor Josefa Menéndez |
Sor Josefa Menéndez – España-Francia (1890-1923)
Las más altas y eficaces Oraciones de Reparación y Desagravio dictadas por los Corazones de Jesús y María a Sor Josefa Menéndez
“Dime, Josefa, ¿qué Me vas a ofrecer por las almas que te he confiado?... Colócalo en la Llaga de Mi Corazón para que reciba un valor infinito”.
Póstrate ante Mi Padre Celestial y ofrece la humildad de Mi Corazón.
Toma este Corazón y ofrécelo al Padre. Con Él, puedes pagar todas tus deudas”.
Entra en este Corazón, y unida a Él, repara… Si tenemos que reparar, Yo soy la Gran Víctima; tú, una víctima pequeñita, que uniéndote a Mí puedes ser del agrado del Padre”.
“Une sin cesar tus actos a los Míos y sigue ofreciendo a Mi Padre la Víctima Divina… Su Sangre”.
¡Oh, Padre amadísimo, Dios infinitamente Bueno! Mira aquí a Tu Hijo Jesucristo que, poniéndose entre Tu Justicia Divina y los pecados de las almas, implora perdón.
¡Oh, Dios de Misericordia! Apiádate de la debilidad humana, ilumina los espíritus oscurecidos para que no se dejen engañar y caigan en los más terribles pecados… Da fuerza a las almas para rechazar los peligros que les presenta el enemigo de su salvación y para que vuelvan a emprender con nuevo vigor el camino de la virtud.
¡Oh, Padre Eterno! Mira los padecimientos que Jesucristo, Tu Divino Hijo, sufrió durante la Pasión. Míralo delante de Ti presentándose como Víctima para obtener luz, fuerza, perdón y misericordia en favor de las almas.
¡Dios Santísimo!, en cuya presencia ni los Ángeles ni los Santos son dignos de permanecer: Perdona todos los pecados que se cometen por pensamiento y por deseo. ¡Recibe como expiación de estas ofensas la Cabeza traspasada de espinas de Tu Divino Hijo! ¡Recibe la Sangre purísima que de ella sale con tanta abundancia!… Purifica los espíritus manchados…, ilumina los entendimientos oscurecidos, y que esta Sangre Divina sea su fuerza, su luz y su vida.
Recibe, ¡oh Padre Santísimo!, los sufrimientos y los méritos de todas las almas que, unidas a los Méritos y Sufrimientos de Jesucristo, se ofrecen a Ti, con Él y por Él, para que perdones al mundo.
¡Oh, Dios de Misericordia y Amor! Sé la fortaleza de los débiles, la luz de los ciegos y el amor de todas las almas.
* * *
“Cuando despiertes, entra en seguida en Mi Corazón y ofrece a Mi Eterno Padre todas las acciones de este nuevo día, unidas a las palpitaciones de Mi Corazón.
Padre Eterno, que por amor a las almas has entregado a la muerte a Tu Hijo único, por Su Sangre, por Sus Méritos y por Su Corazón, ten piedad del mundo y perdona los pecados de los hombres.
Recibe la humilde reparación que Te tributan Tus almas consagradas. ¡Únelas a los Méritos de Tu Divino Hijo, para que sus actos sean todos de gran eficacia! ¡Oh, Padre Eterno! Ten piedad de las almas y no olvides que aún no ha llegado el tiempo de la Justicia, sino el de la Misericordia.
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“Durante la Misa, presenta a Mi Eterno Padre esta alma que quiero salvar, para que Él derrame sobre ella la Sangre de la Víctima que se está inmolando. Cuando comulgues, puedes ofrecer todo el valor que tienes a tu disposición, para satisfacer su deuda”.
¡Oh, Dios infinitamente Santo… Padre infinitamente Misericordioso, Te adoro. Quisiera reparar los ultrajes que recibes de los pecadores en todos los lugares de la Tierra y en todos los instantes del día y de la noche. Quisiera especialmente, Padre mío, reparar los pecados que se cometen durante esta hora, y para ello Te ofrezco todos los actos de adoración y reparación que Te tributan las almas que Te aman. Te ofrezco, sobre todo, el Holocausto que continuamente Te presenta Tu Divino Hijo, inmolándose en el Altar en todos los puntos de la Tierra y en todos los momentos de esta hora. ¡Oh, Padre infinitamente Bueno y Compasivo! Recibe esta Sangre Purísima en reparación de los ultrajes de los hombres. Perdónales sus pecados y ten misericordia de ellos.
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“Todos los días, después de comulgar, repite con todo el fervor que puedas estas palabras:
Corazón de mi Jesús: Que el mundo entero se abrase en Tu Amor.
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“Adora la Sangre Divina de Jesús, hija, y pide con gran fervor que se derrame sobre esta alma para que la ablande, la perdone y la purifique”.
“Ofrece por esta alma la Víctima Divina al Eterno Padre… Ofrece la Sangre de Mi Corazón”…
¡Padre Eterno! Mira estas almas bañadas con la Sangre de Tu Hijo, Víctima que se ofrece sin cesar. Esta Sangre que purifica, consume y abrasa, ¿no tendrá eficacia bastante para ablandar estas almas?
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Ofrécete a Jesús para curarle las Heridas que Le causan los pecados del mundo.
Besa Mis Manos y Mis Pies y repite Conmigo:
Padre Mío, ¿no es de bastante valor la Sangre de Tu Hijo…? ¿Qué más quieres? Su Corazón… Sus Llagas… Su Sangre… todo Él se ofrece a Ti por la salvación de estas almas”.
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“Mañana ofrecerás a Mi Padre todas tus acciones, unidas a la Sangre que derramé en Mi Pasión. Procurarás no perder un momento la presencia Divina, alegrándote, en cuanto te sea posible, de lo que hayas de sufrir.
“Recoge la Sangre que derramé en Mi Pasión. Pide perdón por el mundo entero, por estas almas que conociéndome Me ofenden… Y ofrécete para expiar tantos pecados”.
¡Padre Eterno! ¡Padre Misericordioso! ¡Recibe la Sangre de Tu Hijo! ¡Toma Sus Llagas, recibe Su Corazón por estas almas! Mira Su Cabeza traspasada de espinas. No permitas que una vez más esta Sangre sea inútil. Mira la sed que tengo de darte almas… Padre mío, no permitas que estas almas se pierdan… Sálvalas para que Te glorifiquen eternamente.
***
Glorifícame con Mi propio Corazón… Repara con Él y satisface con Él a la Justicia Divina… Preséntalo a Mi Padre como Víctima de amor por las almas… pero de un modo especial por estas almas que Me están consagradas…
Dios Santo, Dios Justo… Padre de infinita Bondad y Clemencia, que por amor has creado al hombre y por amor le has constituido heredero de bienes eternos, si por debilidad Te ha ofendido y merece castigo, recibe los Méritos de Tu Hijo, que se ofrece a Ti como Víctima de expiación. Por esos Méritos infinitos perdónale y ponle de nuevo en estado de recibir la herencia celestial. ¡Oh, Padre mío! ¡Piedad y misericordia para las almas!
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“Durante la oración, colócate a Mi lado en Getsemaní y participa de Mi angustia, ofreciéndote al Padre como víctima, dispuesta a sufrir todas las penas de que eres capaz”.
“En la Hora Santa presentarás a Mi Eterno Padre el alma de este pecador. Recuérdale la agonía que por ella padecí en Getsemaní. Ofrécele Mi Corazón y une tus sufrimientos a los Míos…
“En la Hora Santa presentarás a Mi Eterno Padre el alma de este pecador. Recuérdale la agonía que por ella padecí en Getsemaní. Ofrécele Mi Corazón y une tus sufrimientos a los Míos…
“Ofrece al Eterno Padre los tormentos de Mi Pasión por la conversión de las almas. Dile Conmigo:
¡Oh, Padre mío! ¡Oh Padre Celestial! Mira las Llagas de Tu Hijo y dígnate recibirlas para que las almas se abran a los toques de la gracia. Que los clavos que taladraron Sus Manos y Sus Pies traspasen los corazones endurecidos… que Su Sangre los ablande y los mueva a hacer penitencia. Que el peso de la Cruz sobre los hombros de Tu Divino Hijo mueva a las almas a descargar el peso de sus delitos en el tribunal de la penitencia.
Te ofrezco, ¡oh Padre Celestial!, la Corona de espinas de Tu amado Hijo. Por este dolor Te pido que las almas se dejen traspasar por una sincera contrición.
Te ofrezco el desamparo que Tu Hijo padeció en la Cruz… Su ardiente sed y todos los demás tormentos de Su Agonía, a fin de que los pecadores encuentren paz y consuelo en el dolor de sus culpas.
En fin, ¡oh Dios Compasivo y lleno de Misericordia!, por aquella perseverancia con que Jesús, Tu Hijo, rogó por los mismos que Lo crucificaban, Te ruego y Te suplico concedas a las almas un ardiente amor a Ti y al prójimo, y la perseverancia en el bien.
Y así como los tormentos de Tu Hijo terminaron con la eterna Bienaventuranza, así los sufrimientos de los arrepentidos y penitentes sean también coronados eternamente con el premio de Tu gloria.
Presenta sin cesar a Mi Padre las Llagas de Su Hijo”.
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“Puedes humillarte de varias maneras: adorando la Voluntad Divina que, a pesar de tu indignidad, se quiere servir de ti para extender Su Misericordia. También, dando gracias de que, sin merecerlo, te he colocado en la Sociedad de Mi Corazón.
Besa el suelo para adorar Mi Sangre pisoteada y ultrajada por esta alma a quien tanto amo”.
Jesús explica a Josefa cómo debe aplicar para sí estas palabras “Mi Reino no es de este mundo”, diciéndose ella a sí misma:
“No busco las alabanzas de los hombres; mi patria no es ésta; ya descansaré en la que lo es verdaderamente; ahora, ánimo para cumplir mi deber sin tener en cuenta la opinión del mundo… Si por ello me sobreviene una humillación o un sufrimiento, no importa; no retrocederé, escucharé la Voz de la Gracia, ahogando los gritos de la naturaleza. Y si no soy capaz de vencer sola, pediré fuerzas y consejo, pues en muchas ocasiones las pasiones y el excesivo amor propio ciegan el alma y la impulsan a obrar el mal”.
***
Cada noche antes de entregaros al descanso diréis con gran confianza al mismo tiempo con gran respeto estas palabras:
¡Oh, Jesús!, Tú conocíais mi miseria antes de fijar en mí Tus Ojos, y ella, lejos de hacértelos apartar, ha hecho que me amases con tanta ternura y delicadeza. Te pido perdón de lo mal que he correspondido hoy a Tu Amor, y Te suplico me perdones y purifiques mis acciones en Tu Sangre Divina´.
Me pesa haberte ofendido, porque eres infinitamente Santo. Me arrepiento con toda mi alma y prometo hacer cuanto me sea posible para no caer más en las mismas faltas.
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