miércoles, 31 de diciembre de 2014

Consagración para la Triunfante Victoria del Inmaculado Corazón de María

Consagración al Inmaculado  Corazón de María

Preparación para la Consagración
al Triunfo del Inmaculado
Corazón de María

El 31 de Diciembre comienza una Preparación de 33 días para realizar la Consagración al Triunfo del Inmaculado Corazón de María, el 2 de Febrero, Fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo y Purificación de Su Santísima Madre y Día de la Virgen de La Candelaria.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Historia de las Apariciones de la Virgen de Guadalupe

Apariciones de la Virgen de Guadalupe



 Al pie del Cerro Tepeyac, en la Ciudad de México, se encuentra el Santuario Mariano conocido oficialmente como, Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, donde se guarda y venera la Reliquia de la Aparición de la Virgen, conocida como el Ayate o Tilma de Juan Diego.

El escritor indígena Antonio Valeriano en su obra ‘Nicán Nopohua’, escrita en la lengua de los aztecas a los doce años de las Apariciones, narra los hechos así: “Un sábado de 1531 a pocos días del mes de diciembre, un indio de nombre Juan Diego iba muy de madrugada del pueblo en que residía a Tlatelolco, a tomar parte en el culto divino. Al llegar junto al cerrillo llamado Tepeyac, amanecía y escuchó que le llamaban de arriba del cerrillo: Juanito, Juan Dieguito.” Él subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana grandeza, cuyo vestido era radiante como el sol, la cual con palabra muy cortés le dijo:

"Juanito, el más pequeño de Mis hijos, sabe y ten entendido que Yo soy la SIEMPRE VIRGEN MARÍA, MADRE DEL VERDADERO DIOS POR QUIEN SE VIVE, y Mi deseo es que se Me levante un Templo en este sitio, donde como Madre piadosa tuya y de tus semejantes, mostraré Mi clemencia amorosa y la compasión que tengo de los naturales y de aquellos que Me aman y Me buscan, y de todos los que solicitaren Mi amparo y Me llamaren en sus trabajos y aflicciones, y donde oiré sus lágrimas y ruegos para darles consuelo y alivio. Ve al Obispo de México a manifestarle lo que mucho deseo. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo.” 

Cuando llegó Juan Diego a la presencia del obispo, Don Fray Juan de Zumárraga, religioso de San Francisco, éste pareció no darle crédito y le respondió: “Otra vez vendrás y te oiré más despacio.” Juan Diego volvió a la cumbre del cerrillo, donde la Señora del Cielo le estaba esperando y le dijo: Señora, expuse Tu Mensaje al Obispo, pero pareció que no lo tuvo por cierto. Por lo cual, Te ruego que encargues a uno de los principales que lleve Tu Mensaje para que le crean, porque yo soy un hombrecillo.” Ella le respondió:

"Mucho te ruego, hijo Mío, a que otra vez vayas mañana a ver al obispo y le digas que Yo en Persona, la SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS, Soy quien te envío."

Pero al día siguiente, domingo, el Obispo tampoco le dio crédito.

El lunes Juan Diego ya no volvió. Su tío Juan Bernardino se puso muy grave y le rogó que fuera a Tlatelolco a llamar a un sacerdote para que fuera a confesarle. Salió Juan Diego el martes, pero dio vuelta al cerrillo para llegar pronto a México y no lo detuviera la Señora del cielo. Pero Ella le salió al encuentro y le dijo:

"Hijo Mío, el más pequeño, no se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna. ¿No estoy Yo aquí que Soy tu Madre? ¿No estás bajo Mi sombra? ¿No soy Yo tu salud? ¿No estás por ventura en Mi regazo? ¿Qué más necesitas? No te aflija la enfermedad de tu tío, está seguro que ya sanó. Sube ahora, hijo Mío, a la cumbre del cerrillo, donde hallarás diferentes flores, córtalas y tráelas a Mi Presencia.

Cuando lo hubo hecho, le dijo:

"Hijo Mío, ésta es la prueba y señal que llevarás al Obispo. Tú eres Mi embajador muy digno de confianza."

Juan Diego se puso en camino ya contento y seguro de salir bien. Al llegar a la presencia del Obispo, le dijo: “Señor, hice lo que me ordenaste. La Señora del Cielo condescendió con tu recado y lo cumplió.” Desenvolvió luego su blanca manta y así que se esparcieron por el suelo las diferentes rosas de Castilla, se dibujó en ella y apareció de repente la preciosa Imagen de la SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS, de la manera que está y se guarda hoy en Su Templo de Tepeyac. La ciudad entera se conmovió y venía a ver y admirar Su devota Imagen y a hacerle oración y se Le nombró como bien había de nombrársele: La Siempre Virgen Santa María de Guadalupe.”


RESULTADOS DE LOS ESTUDIOS CIENTÍFICOS DE LA TILMA O AYATE DE JUAN DIEGO:

En primer lugar la milagrosa conservación del tejido en el que se imprimió la Imagen de la Virgen. La Tilma de Juan Diego está tejida de fibra de ayate (de la especie mejicana llamada “agave potula zac”) que se desintegra a los 20 ó 30 años. Mientras tanto, a casi 500 años del milagro, la Imagen de María sigue tan firme como el primer día. La ciencia no se explica el origen de la incorruptibilidad de la tela.

No se ha descubierto ningún rastro de pintura en la tela. De hecho, a una distancia de 10 centímetros de la imagen, sólo se ve la tela de maguey en crudo: los colores desaparecen. Estudios  científicos no logran descubrir el origen de la coloración que forma la Imagen, ni la forma en que la misma fue pintada. No se   detectan rastros de pinceladas ni de otra técnica conocida de pintura. Los colorantes de la Imagen no pertenecen al reino vegetal, mineral ni animal. Se ha hecho pasar un rayo láser en forma lateral sobre la tela, detectándose que la coloración de la misma no está ni en el anverso ni en el reverso, sino que los colores flotan a una   distancia de tres décimas de milímetro sobre el tejido, sin tocarlo.

La Virgen tiene una cinta en el vientre, símbolo para los aztecas de que está embarazada. Uno de Los médicos que analizó la Tilma colocó su estetoscopio debajo de la cinta que María posee (señal de que está encinta) y escuchó latidos que rítmicamente se repiten a 115 pulsaciones por minuto, igual que un bebé en el vientre materno. Además, la temperatura de la fibra de maguey con que está construida la Tilma mantiene una temperatura constante de 36,6 grados, la misma que el cuerpo de una persona viva.  

Estudios oftalmológicos realizados a los Ojos de María han detectado que al acercarles luz, la retina se contrae y al retirar la luz, se vuelve a  dilatar, exactamente como ocurre en  un ojo vivo. La ciencia descubrió que los Ojos de María poseen los tres efectos de refracción de la imagen de un ojo humano. En Los Ojos de María (de tan sólo 7 y 8 mm) se descubrieron diminutas imágenes humanas, que ningún artista podría pintar. Son dos escenas y las dos se repiten en ambos ojos. La imagen de los Ojos de María fue agrandada mediante tecnología digital, revelando que en Sus Ojos está retratada la imagen del indio Juan Diego abriendo su Tilma frente al obispo Zumárraga.

La Virgen de Guadalupe es mestiza. Su Rostro, ni indio ni blanco, es un Rostro que invita a la paz entre vencedores y vencidos, entre blancos e indígenas, porque Ella es la Madre de todos. El color de su manto es verde-azul. Entre los aztecas sólo el emperador podía vestir ese color. Al presentarse con este color es como si dijera que es la Emperadora, la Reina del Universo. Y los rayos de sol rodean Su Persona, como si procedieran de Su Divino Hijo que es el Sol de Justicia (el sol era un dios para los indígenas).

Por otra parte, se ha descubierto que las estrellas del manto de la Virgen corresponden a las estrellas del cielo tal y como estaban aquel día de la Aparición, vistas desde México. Como si nuestra Madre hubiera querido dejarnos su firma, fecha y hora exacta de Su Aparición: 16,40 horas del día 12 de diciembre de 1531.

La Imagen es tal y como la detalla el Libro del Apocalipsis, capítulo 12: “Apareció en el Cielo una señal grande, una Mujer envuelta en el Sol, con la luna debajo de sus pies“. Y por último, ‘Coatlaxope’ = ‘Guadalupe’, significa en el idioma indígena: "Que aplasta la cabeza a la serpiente".

miércoles, 10 de diciembre de 2014

La Santísima Virgen le pide a Sor Lucía la Comunión Reparadora de los Primeros Sábados de mes

Apariciones de la Virgen a Sor Lucía en Pontevedra



Después de acariciar por algún tiempo el deseo de convertirse en religiosa, en 1925 Lucía, de dieciocho años, empezó con las Hermanas Doroteas. Ella ingresó como postulante, en el convento de la Orden en Pontevedra, España, donde Nuestra Señora, como lo había prometido en 1917, fue a revelarle la primera parte del Plan de Dios para la salvación de los pecadores en nuestro tiempo de rebelión contra Dios: La Comunión reparadora de los Primeros Sábados de mes.

Lucía, refiriéndose a ella misma, describe el encuentro en tercera persona:

El día 10 de Diciembre de 1925, se le Apareció la Santísima Virgen y al lado, suspenso en una nube luminosa, un Niño. La Santísima Virgen, poniéndole una mano en el hombro, le mostró al mismo tiempo un Corazón que tenía en la otra Mano, cercado de espinas. Al mismo tiempo le dijo el Niño:

“Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos continuamente le clavan, sin haber quien haga un acto de reparación para arrancárselas.”

Enseguida dijo la Santísima Virgen:

“Mira, hija Mía, Mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos Me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que todos aquellos que DURANTE CINCO MESES, EN EL PRIMER SÁBADO, se confiesen, reciban la Santa Comunión, recen la tercera parte del Rosario y Me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los 15 Misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, Yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las Gracias necesarias para la salvación de sus almas.”

Luego, Lucía hizo lo que ella podía para hacer conocido este nuevo pedido de Nuestra Señora. Se lo dijo a su Madre Superiora, a su confesor en el convento, e incluso escribió a su antiguo confesor. Ambos confesores tuvieron reservas y aconsejaron esperar.

A pesar de las reservas de sus confesores, pronto Lucía se vería urgida a continuar trabajando para hacer conocido este pedido. Ella nos dice,

El día 15 Febrero de 1926, andaba yo muy ocupada con mis oficios y ya no me acordaba de aquello casi nada; y, yendo a arrojar un cubo de basura fuera de la propiedad, donde algunos meses atrás había encontrado a un niño, le había preguntado si sabía el Ave María; me había respondido que sí; le dije que la dijeses para oírla yo; más como no se resolvía a decirla solo, la dije yo con él tres veces.

Al final de las tres Ave Marías, le pedí que la dijese solo; pero se calló y no pudo decirla solo; le pregunté si sabía cuál era la Iglesia de Santa María; me respondió que sí; le dije que fuese allí todos los días y que dijese así: ‘oh, Madre mía del Cielo, dadme a Vuestro Niño Jesús.’ Le enseñé esto y entré en casa.

En ese día, pues, el 15-2-1926, volviendo yo allí como de costumbre, encontré un niño que me pareció ser el mismo; y le pregunté entonces: ¿Has pedido el Niño Jesús a la Madre del Cielo?

El niño se vuelve hacia mí, y dice:

“¿Y tú, has propagado por el mundo aquello que la Madre del Cielo te pedía?

Diciendo esto, se transforma en un Niño resplandeciente; conociendo que era Jesús, dije:

Jesús mío, Vos sabéis bien lo que mi confesor me dijo en la carta que os leí; me decía que era necesario que aquella visión se repitiese; que hubiese hechos para que fuese creíble; y que la Madre Superiora sola, para propagar ese hecho, nada podía.

“Es verdad que la Madre Superiora sola nada puede, pero con Mi Gracia lo puede todo; y basta que tu confesor te dé licencia y que tu Superiora lo diga, para que sea creído; aun sin saberse a quién fue revelado.”

Pero, mi confesor decía en la carta que esta Devoción no hacía falta en el mundo, porque ya había muchas almas que os recibían en los Primeros Sábados en honra de Nuestra Señora y de los quince Misterios del Rosario.

“Es cierto, hija Mía, que muchas almas los comienzan, pero pocas los acaban; y que las que los terminan, es con el fin de recibir las gracias que a eso están prometidas; pero Me agradan más las que hagan los Primeros Sábados con fervor, y con el fin de desagraviar el Corazón de tu Madre del Cielo, a aquellas que hagan los quince, tibios e indiferentes.”

Presentó a Jesús las dificultades que tenían algunas almas de confesarse en sábado y pidió que fuese válida la confesión de ocho días. Jesús respondió:

“Sí, puede ser de muchos días más todavía, con tal que, cuando Me reciban, estén en gracia y tengan la intención desagraviar al Inmaculado Corazón de María.”

Jesús mío, ¿y las que olviden tener esta intención?

“Pueden hacerla en otra confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tuvieran de confesarse.”

Después de eso, el Niño Jesús desapareció sin decir nada más.

La parte más notable de la primera Aparición en Pontevedra es la promesa incomparable hecha por Nuestra Señora a todos aquellos que hagan la Devoción Reparadora de los Cinco Primeros Sábados, bajo las condiciones requeridas: 

“Yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las Gracias necesarias para la salvación de sus almas.”

Esta gracia asombrosa, de la cual incluso las almas más santas no pueden estar seguras, se promete incondicionalmente a todos aquellos que hagan esta Devoción. Esto sirve como indicación del gran poder de intercesión que Dios ha otorgado a la Santísima Virgen para la salvación de las almas.

El confesor de Lucía le hizo más tarde una serie de preguntas sobre las Apariciones de Pontevedra. Una de las preguntas fue: ¿Por qué cinco sábados y no nueve o siete, en honor de los Dolores de Nuestra Señora? Luego de recibir las preguntas, ella pidió a Nuestro Señor la ilustrara sobre las respuestas, que unos pocos días más tarde ella dio a su confesor. Esto es lo que ella le escribió:

Cuando estaba en la capilla con Nuestro Señor, parte de la noche del 29 al 30 de Mayo de 1930, (nosotros sabemos que tenía el hábito de hacer una hora santa de once de la noche hasta la medianoche, especialmente la noche de los jueves, de acuerdo a los pedidos del Sagrado Corazón en Paray‑le‑Monial). Le hablé sobre las preguntas cuatro y cinco, y repentinamente me sentí más íntimamente dominada por la Presencia Divina y, si no estoy equivocada, esto es lo que me fue revelado:

“Hija Mía, la razón es simple. Hay cinco tipos de ofensas y blasfemias cometidas contra el Inmaculado Corazón de María:

1. Blasfemias contra la Inmaculada Concepción.
2. Blasfemias contra Su Virginidad Perpetua.
3. Blasfemias contra Su Divina Maternidad, al rechazar al mismo tiempo, reconocerla como la Madre de los hombres.
4. Las blasfemias de aquellos que tratan de sembrar públicamente en los corazones de los niños indiferencia o desprecio o aun odio por esta Madre Inmaculada.
   5. Las ofensas de aquellos que la ultrajan directamente en Sus Santas Imágenes.

“Allí, hija Mía, está la razón por la que el Inmaculado Corazón de María Me inspiró a pedir este pequeño Acto de Reparación y, en consideración a él, a mover Mi Misericordia para perdonar a las almas que han tenido la desgracia de ofenderla. En cuanto a ti, procura incesantemente, por tus oraciones y sacrificios, mover Mi Misericordia con esas pobres almas.” 

En esta comunicación de Nuestro Señor tenemos una de las ideas más importantes en el Mensaje de Fátima: Desde que Dios decidió manifestar Su Plan de Amor, cual es otorgar Sus Gracias a los hombres por la mediación de la Virgen Inmaculada, resulta que su rechazo a someterse con docilidad a esa Voluntad Divina es un pecado que hiere particularmente Su Corazón, y por el cual Él ya no encuentra en Sí mismo ninguna inclinación a perdonar. Ese pecado aparece imperdonable, pues no hay, en cuanto a lo que a Nuestro Salvador se refiere, ningún crimen más imperdonable que despreciar a Su Santísima Madre y ultrajar Su Inmaculado Corazón, que es el Santuario del Espíritu Santo.


lunes, 8 de diciembre de 2014

Apariciones de la Virgen en L'Ile Bouchard, Francia.

Nuestra Señora de la Oración




L'Ile Bouchard (Isla Bouchard) no es una isla sino un pequeño pueblo junto al río Vienne, poco más de 20 millas al sur de Tour, Francia. En su hermosa iglesia parroquial, dedicada a St. Gilles, del 8 al 14th de diciembre de 1947, se Apareció la Virgen María.


Primera Aparición:

El 8 de diciembre de 1947, Jacqueline Aubry, de doce años, su hermana Jeanette, de 7 años y su prima Nicole Robin de 10, iban de regreso a la escuela después de almorzar. Jacqueline les invitó a pasar por la iglesia a rezar. Allí reciben la primera Aparición, aproximadamente a la 1:00 pm, en la Fiesta de la Inmaculada Concepción. 

Fueron al altar de la Virgen y comenzaron a rezar una década del Rosario; pero no estaban aun por la mitad cuando Jacqueline, de repente, vio a una bella Señora frente a ella. Estaba vestida de blanco, con las manos juntas en oración y un Rosario sobre Su mano derecha. A la izquierda, un Ángel la contemplaba mientras Le presentaba un lirio. Nicole y Jeanette también vieron la Aparición.

La Señora les sonrió y Jacqueline pensó que deberían informar a alguien de lo ocurrido. Corrieron y se encontraron con Laura Croizon, de 8 años y su hermana Sergine, de 13 años. Las cinco niñas fueron al altar. Todas veían la Aparición, excepto Sergine. Las otras tenían que describirle lo que veían. A la izquierda del altar de la Virgen hay un vitral de la Virgen de Lourdes, mientras que arriba había una estatua de Nuestra Señora de las Victorias. La Aparición estaba varios pies sobre la tierra, entre el altar y la ventana. 


Las niñas describieron a una hermosa Señora, rodeada de una luz dorada. Llevaba un vestido blanco brillante con bordes dorados, una faja azul, y tenía consigo un Rosario blanco. Su velo era blanco de un matiz diferente y le llegaba casi hasta los pies, aunque las niñas podían ver Sus llamativos y largos cabellos rubios que le sobresalían frontalmente, en dos partes, y le llegaban hasta las rodillas. Su sonrisa era maravillosa, y ellas pensaban que Su edad era aproximadamente 16 o 17 años.

El Ángel, rodeado de una intensa luz blanca, se encontraba inclinado sobre su rodilla derecha en profunda contemplación, y llevaba una túnica blanca-rosada, también con bordes dorados. Al igual que la Señora, el Ángel tenía ojos azules y cabellos rubios. En la mano derecha sostenía el tallo de un lirio, mientras tenía la mano izquierda colocada sobre su corazón. El Ángel tenía alas blancas, también con ribetes dorados, cuyas plumas brillaban y se movían ligeramente con una “brisa” que las niñas no podían percibir. Las dos figuras se encontraban en una gruta rocosa.

La Señora se encontraba de pie sobre un bloque rectangular de piedra, decorado con una guirnalda que tenía cinco rosas de color rosado, y debajo de dicha guirnalda se encontraban las siguientes palabras inscritas en letras doradas, de aproximadamente tres pulgadas de alto: “Oh, María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti”. Ésta es la invocación famosa de la Medalla Milagrosa en la Aparición de Rue du Bac.

Una vez que las niñas hubieran explicado todo esto a Sergine, la Señora desapareció, y todos salieron de la iglesia. Jacqueline y Jeanette fueron apresuradamente a su casa a contarle a su madre lo que había pasado, pero ella no les creyó. Al volver al colegio, la noticia se difundió rápidamente, ya que Jacqueline volvió a relatar con entusiasmo a una de las hermanas, la Hna. Marie del Niño Jesús, que ella había visto a una bella Señora en la Iglesia, pero se preguntaba quién podría ser ¿Sería la Santísima Virgen? La Hermana creyó instantáneamente, pero temió una reacción general negativa.

El cura párroco, Fray Clovis Ségelle, y la directora, la Hna. Saint-Léon de la Cruz, acudieron al patio del colegio en ese momento, y no se sorprendieron con estos informes. Fray Ségelle manifestó que Jacqueline debió haber visto doble a través de los gruesos cristales de sus anteojos. Debido a su escasa visión y a una conjuntivitis crónica, Jacqueline tenía que usar anteojos y secarse continuamente los ojos.

Jacqueline manifestó que las otras niñas también habían visto a la Señora, y por lo tanto Fray Ségelle y la Hna. Saint-Léon decidieron cuestionarlas por separado. Cada una expuso el mismo relato, y de regreso al colegio, Jacqueline habló una vez más con la directora, quien la despidió bruscamente, y al mismo tiempo le insinuó que ella hubiera permanecido en la iglesia si la Señora era realmente tan bella como decía. Jacqueline no perdió tiempo en buscar a las otras niñas y conducirlas de vuelta al altar de la Virgen, donde fueron gratamente sorprendidas al ser recibidas por la sonriente Señora.

No obstante, cuando se arrodillaron ante ella, su expresión se volvió extremadamente triste cuando pronunció lentamente sus primeras palabras

“Digan a los niños pequeños que recen por Francia, ya que su necesidad es grande.”

Jacqueline, aún sin estar segura de quién era la Señora, susurró a Jeanette y a Laura pidiéndoles que preguntaran a la Señora si Ella era su “Maman du Ciel”, (Madre del Cielo). Así lo hicieron, y la respuesta fue:

“¡Pero por supuesto, Yo soy vuestra Madre del Cielo!”

Jacqueline preguntó luego acerca del ángel. La Señora lo miró, y el Ángel se volvió a las niñas y les dijo: “Yo soy el Ángel Gabriel.”

La Virgen besa las manos de las niñas

María se volvió luego a las niñas y les pidió sus manos para besarlas, inclinándose para alcanzar las manos de Jacqueline y Nicole. Pero las otras dos niñas eran mucho más pequeñas y no podían alcanzar la altura suficiente. Jacqueline las tomó, una después de la otra, y las levantó como si no tuvieran prácticamente ningún peso.

Las cuatro niñas dieron fe de la solidez y el calor de la mano de María y del contacto de sus labios. Antes de desaparecer en una nube de polvo plateado, Ella les pidió que volvieran esa tarde a las cinco, y al día siguiente a la una. Luego de que las niñas salieran de la iglesia, se dieron cuenta de que tenían un óvalo blanco brillante sobre los dedos, pero antes de que volvieran al colegio, estos rastros, que habían logrado mostrar a una mujer local, habían desaparecido.

Jacqueline y Nicole hablaron acerca de lo que había pasado, y después de clases las separaron y les pidieron que escribieran los relatos de sus experiencias, que coincidían. Cuando las niñas volvieron a sus casas, advirtieron que sus padres no estaban dispuestos a creerles, y sólo Jacqueline pudo volver a la iglesia, para el rosario y la Bendición del Santísimo Sacramento en honor a la fiesta de la Inmaculada Concepción.

María se apareció y la llamó, pero mientras Jacqueline deliberaba si acudir o no a su encuentro, volviéndose hacia la Hna. Saint-Léon para obtener su permiso, asumiendo que ella también podía ver la Aparición, la campana sonó para la Bendición, y cuando ella volvió a mirarla, la Aparición se había desvanecido. Pero cuando el Santísimo Sacramento había vuelto al Tabernáculo, María se Apareció nuevamente.


Segunda Aparición:

Al día siguiente, martes 9 de Diciembre, a la una de la tarde, las cuatro niñas se reunieron en la iglesia, y por lo tanto se estableció el esquema general para los eventos de la semana. Ellas se arrodillaron junto al altar de la Virgen y comenzaron a rezar el Ave María, cuando repentinamente una esfera dorada brillante, de aproximadamente tres pies de ancho, provino de la pared y se desplegó como una cortina rectangular de luz plateada, sobre la cual la gruta rocosa sobresalió en relieve.

Los largos y dorados cabellos de María, que tanto habían impresionado a las niñas el primer día, estaban en ese momento escondidos bajo Su velo. El Ángel estaba arrodillado del otro lado, aunque las palabras escritas sobre las rocas habían cambiado. Ahora decían: “Je suis I’Immaculeéé Conception”, (Yo soy la Inmaculada Concepción). Nuevamente, se les presentaron importantes palabras de una Aparición Mariana previa, esta vez la de Lourdes.

Las niñas también pudieron ver partes de una palabra escrita en letras doradas sobre el pecho de María: “Ma...cat”, pero no comprendían lo que ellas significaban; Sus manos tapaban la parte del medio de lo que sería revelado después como, “Magnificat”, el nombre tradicional dado al cántico de alabanza de María expresado durante la Visitación a Isabel (Lc 1, 46-55), que tuvo lugar poco después de la Anunciación.

La Sra. Trinson, quien era propietaria de una tienda de zapatos de la ciudad, se juntó luego con las niñas. La Virgen María, con una expresión seria, mostró a las niñas la cruz dorada de Su Rosario, y les pidió que la besaran. Jacqueline y Nicole se levantaron para hacer esto, y la Sra. Trinson se sorprendió al ver a Jacqueline repetir su hazaña del día anterior, levantando a las dos niñas más pequeñas como si fueran muñecas, tan livianas como una pluma, a fin de que ellas también pudieran besar la cruz dorada. El metal era frío a sus labios y las niñas pudieron percibir en la Virgen María una sensación de pesar.

La Virgen hizo luego una hermosa, pero muy lenta, Señal de la Cruz. Le llevó dos minutos completarla, y las niñas imitaron sus movimientos; la Sra. Trinson observaba todo con gran asombro. Al término de eso, María manifestó a las niñas que les comunicaría un secreto que podrían revelar en tres días, y con gran énfasis mencionó:

“Recen por Francia, que en estos días se encuentra en gran peligro.”

Luego, Ella pidió que el Sacerdote acudiera a ese lugar a las dos de la tarde, con las niñas y una multitud, de tal modo a que todos pudieran rezar. Ella también pidió una gruta, y que Su Imagen y la del Ángel estuvieran colocadas en ella, prometiendo bendecirles cuando así lo hicieran. Luego de eso, la Aparición se desvaneció.

Fray Ségelle, no obstante, rehusó ir a las dos, y por lo tanto Jacqueline, Jeanette y Laura, con aproximadamente otros veinte niños, y treinta adultos, se reunieron en la iglesia. Luego de que hubieran rezado diez Ave Marías, la Virgen y el Ángel se Aparecieron como antes, proviniendo de un círculo dorado. Ella pidió himnos y oraciones, antes de decirles que volvieran cada día a la una de la tarde, hasta que todo hubiera terminado. A las cinco y treinta, Fray Ségelle informó al Arzobispo acerca de los eventos del día. Ese mismo día, para sorpresa general, los comunistas decidieron cancelar su huelga general.


Tercera Aparición:

En el tercer día, el miércoles 10 de Diciembre, ciento cincuenta personas esperaron en la iglesia la siguiente Aparición de María. De pronto, la Virgen se hizo presente, y de nuevo solicitó una versión cantada del Ave María, antes de pedir a las niñas que le besaran la mano. La multitud, al igual que la Sra. Trinson, se sorprendió al ver a la frágil Jacqueline repetir su hazaña de levantar a las dos niñas más pequeñas.

Curación milagrosa de la vista

La madre de Jacqueline le dijo a su hija que pidiera un milagro de tal modo a que todos pudieran creer, a lo cual María respondió:

“No he venido aquí a hacer milagros, sino a decirles que recen por Francia. No obstante, mañana tú verás claramente y no necesitarás más usar anteojos.”

Luego, María dijo a las niñas que les iba a contar un secreto, y que debían prometer no revelarlo. Ellas accedieron a esto, y, luego del secreto, la Virgen les pidió que regresaran al día siguiente a la misma hora, antes de desaparecer en la esfera dorada. Esta Aparición había durado aproximadamente un cuarto de hora. Como en el caso de otras Apariciones auténticas, las niñas no pudieron ser persuadidas, de ninguna manera, a revelar el secreto.

Naturalmente, la gente deseaba saber cuál había sido la respuesta al pedido de un milagro, y las niñas comentaron que María había dicho que a partir del día siguiente, Jacqueline vería claramente y no necesitaría usar anteojos. A las cinco de la tarde, Fray Ségelle entrevistó a Jacqueline, y menospreció la idea de que sus ojos, que realmente se encontraban en una condición terrible, pudieran mejorar de un día para otro.

Los padres de Jacqueline se encontraban en un dilema; ellos eran católicos no practicantes y su padre estaba enfadado por ciertos comentarios con respecto a su hija. Pero la transparente sinceridad de su hija mayor lo había impactado profundamente. Tendrían que esperar y ver lo que ocurría a la mañana siguiente.


Cuarta Aparición:

El cuarto día, jueves 11 de diciembre, cuando Jacqueline se despertó, pudo abrir los ojos sin ninguna dificultad y tenía una visión normal. Llamó a sus padres con gozo, quienes se sobrecogieron de alegría al ver que los ojos de su hija fueron curados tan milagrosamente. Su padre acudió rápidamente a buscar al Fray Ségelle, quien exclamó al ver a Jacqueline: “¡Entonces es verdad que Ella ha descendido y ha estado entre nosotros!” El padre contactó inmediatamente con el Arzobispo y se le pidió que estuviera presente en la siguiente Aparición.

Hacia la una de la tarde la difusión de este milagro había garantizado una iglesia repleta. La Virgen María Apareció y pidió que cantaran el Ave María, entonces preguntó:

“¿Rezan por los pecadores?”

Ellas respondieron que sí lo hacían, y les pidió que rezaran todos juntos diez Ave Marías, pero ella solamente rezaba la primera parte de cada oración, el mensaje del Ángel Gabriel, y no la segunda parte.

Jacqueline le pidió que sanara a la gente por quien las niñas habían pedido, a lo cual la Virgen respondió que Ella prometía que habría “felicidad en las familias”. Antes de irse la Virgen preguntó de nuevo acerca de la gruta. Después de esto, las niñas fueron cuestionadas por separado en la sacristía.


Quinta Aparición:

El quinto día, viernes 12 de Diciembre, trescientas personas se encontraban en la iglesia para el encuentro de la una de la tarde. Cuando María Apareció, las niñas pudieron ver algo nuevo: la Señora llevaba puesta una “corona” hecha de doce rayos brillantes, cada uno de aproximadamente un pie de largo, dos azules y angostos en el centro y cinco más anchos a cada lado, de color rojo, amarillo, verde, rosado y rojo-marrón.

Esta vez, la Virgen tenía las manos colocadas más abajo, por lo tanto se podía leer la palabra “Magnificat”. Las niñas pensaban que la corona se asemejaba a un arco iris. Luego, Ella les pidió que cantaran el Ave María, antes de pedirles que rezaran, como en el día anterior, diez Ave Marías. Luego de esto, ella dijo:

“¿Rezan por los pecadores?” a lo cual respondieron “Sí, Señora”, y luego Ella continuó:

“Bien, sobre todo recen mucho por los pecadores.”

Jacqueline le pidió un milagro, pero María repitió su afirmación previa de que Ella no había venido para hacer milagros, sino para pedir oraciones por Francia. Luego de rezar otra decena del Rosario, desapareció y de nuevo se les hizo preguntas a las niñas acerca de lo que habían visto y oído.


Sexta Aparición:

El sexto día, sábado 13 de diciembre, quinientas personas se encontraban en la iglesia a la una de la tarde, cuando la Virgen se Apareció de nuevo, pero esta vez sin la corona. María pidió nuevamente oraciones, invocaciones e himnos, mientras Jacqueline repetía su pedido de un milagro, para escuchar la respuesta,

“Más adelante.”

Luego, después de más oraciones e invocaciones, la Virgen les dijo que Ella se aparecería al día siguiente por última vez. De nuevo, las niñas fueron interrogadas posteriormente.


Séptima Aparición:

El séptimo y último día de las Apariciones, el domingo 14 de diciembre, L’lle Bouchard estaba repleta de peregrinos y en la iglesia de St. Gilles, una multitud de la rebasaba, habiendo aún más personas en su exterior. Mientras esperaban a las niñas, la gente rezaba el Rosario muchos no habían rezado en años.

Una vez más, María y el Ángel visitaron a las niñas en una Aparición que duró aproximadamente media hora. De nuevo la Virgen pidió oraciones e himnos, luego de los cuales Jacqueline leyó algunos mensajes que se le había dado, incluyendo uno de la Hna. Marie que decía: “¿Qué debemos hacer para consolar a nuestro Señor por el sufrimiento que los pecadores le producen?” La respuesta fue:

“Recen y hagan sacrificios.”

Luego de más oraciones e invocaciones, María pidió que la gente cantara el Magnificat, y Fray Ségelle les hizo participar a todos en esto. Luego, Ella volvió a enfatizar la necesidad de rezar por los pecadores.

El rayo de luz milagrosa

Dándose cuenta de que la Aparición pronto se terminaría, Jacqueline le pidió a la Virgen que diera alguna prueba de Su presencia, a lo cual María respondió con una sonrisa:

“Antes de partir, enviaré un rayo brillante de luz solar.”

Luego, comenzó a bendecir a la multitud. En ese momento un misterioso rayo de luz solar penetró a través de la ventana suroeste del coro, iluminando el punto preciso de la Aparición. El rayo creció en intensidad cubriendo un área mayor y forzando a aquellos que se encontraban cerca del altar de la Virgen a cubrirse los ojos. Los afectados también mencionaron el calor de este rayo. Las niñas estaban de espaldas a la luz, pero los afectados estaban colocados de tal forma en que podían ver sus rostros, y las flores que sostenían, se veían iluminadas suavemente por centelleos y luces de colores, como si se hubieran producido por una reflexión proveniente del interior de la gruta.

Este rayo de luz solar era inexplicable en términos naturales, ya que la luz solar normal no se expande como un abanico a partir de un único punto para que esto ocurriera, el sol hubiera tenido que estar situado virtualmente fuera de la ventana. Además, este rayo, dado su punto de entrada, debió haber sido bloqueado por algunos de los pilares ubicados en la zona del coro. Asimismo, pruebas posteriores demostrarían que era físicamente imposible que un rayo normal de luz solar hubiera iluminado esa parte de la iglesia en el día invernal en cuestión, y por lo tanto nos encontramos en presencia de un milagro.

Al terminar el fenómeno, Fray Ségelle dio a los presentes, varios de los cuales se encontraban llorando, la Bendición con el Santísimo Sacramento, y una vez más las niñas fueron minuciosamente examinadas. Ellas afrontaron muchos más cuestionamientos durante los meses siguientes por parte de los curiosos, y muchas otras pruebas hasta que tuvo que intervenir la policía, pero ellas permanecieron fieles a su testimonio.


Reconocimiento eclesiástico

El Obispo autorizó la construcción de una gruta, luego del pedido de la Virgen, y también permitió peregrinaciones a la iglesia. El culto de Notre-Dame de la Prière, “Nuestra Señora de la Oración”, ha sido reconocido, y dicho reconocimiento fue reafirmado en Noviembre de 1988 por Monseñor Honoré, arzobispo de Tours, en una carta publicada en el boletín de la parroquia de L’lle Bouchard.

Varias investigaciones eclesiásticas se realizaron con respecto a las Apariciones, siendo la más importante la del Vicario General de la diócesis, Monseñor Fiot.

Sucesivos arzobispos de Tours han permitido la habilitación de una gruta, la colocación de ciertas imágenes de María y del Ángel en la iglesia de San Gilles, y la autorización de las crecientes peregrinaciones a L’lle Bouchard. Asimismo, el teólogo francés Fray Vernet, publicó un extenso estudio favorable a las Apariciones en 1992.

Lamentablemente, luego de retirarse Fray Ségelle, hasta la primavera de 1998, una serie de Sacerdotes que no favorecían a las Apariciones estuvieron a cargo de la parroquia, y esto retrasó la aprobación oficial.

El 8 de diciembre del 2001, el Arzobispo de Tours, André Vingt-Trois, dio su aprobación oficial a las Apariciones.